viernes, 22 de marzo de 2013

Asesino. Capítulo 2

Toda una vida es poco para un hombre. La Tierra me entrego un cuándo y un dónde, atrapado, ahora, en esta era insomne. Quiero vivir más vidas que la que me corresponde, viajar a los paisajes que toda memoria esconde...

Héctor detiene la música cuando alcanza el aula 9, en la que se da su clase (su clase favorita, Historia Antigua I, aunque el profesor que la imparte le parece un petardo, por lo cual a Héctor no le importaría saltarse alguna lección de vez en cuando). La canción es de Nach (hay que ver cuánto Nach escucha este chico; no es raro, teniendo en cuenta que tiene todos sus discos metidos en la carpeta de música del móvil, es natural que en la reproducción aleatoria salten habitualmente canciones de este MC, que es su predilecto). Traspasa el umbral de la puerta con cuidado y se dispone a dirigirse a su asiento habitual (al final de la clase, a la derecha) con rapidez y discreción cuando se percata de que no corre prisa, pues el maestro Fernández Arjona todavía no se ha dignado a aparecer (y normal, piensa Héctor mientras vuelve a poner la música para aprovechar estos últimos pocos segundos mientras se encamina hacia su lugar, porque la mitad de los alumnos de esta clase rara vez se molestan en llegar a tiempo; lo más frecuente es que vayan entrando, a cuentagotas, a lo largo de los quince primeros minutos de la sesión; que tiene cojones; vaya panda de irresponsables; él llega algo justo, pero porque el autobús rara vez llega con el tiempo sobrado, y Héctor vive lejos).

...luz como magnolias en Mongolia. Sentirme un samurái con sed de gloria. Defender mi imperio, conquistando como único medio para hacer Historia. Mil vidas. Quisiera vivirlas todas. Una sólo es poca, y yo choco entre las olas del tiempo. Horas siento a la deriva. ¿Por qué sólo una época, por qué sólo una perspectiva?

-Hey, hola, Hec.

-Hola, San, ¿qué tal? Qué pasa, Da.

-Qué pasa, Jeque.

-Pues flipas con lo que me acaba de pasar, tío. Iba yo por la calle tan tranquilo cuando...

Sandra y David son dos de los mejores amigos de Hector (y por algún tipo de suerte los únicos que han llegado a parar a la Universidad, y felizmente, a su misma carrera; tienen la costumbre de llamarse entre ellos por la primera sílaba de sus nombres, aunque a Héctor también lo llaman a veces Jeq o Jeque, por la aspiración de la "h" inicial, influjo de la moda del inglés, el idioma por antonomasia que hay que aprender en el siglo XXI). La mañana transcurre con la normalidad habitual, sin ya más sobresaltos para ninguno de los tres. Héctor, Sandra y David hablan cordialmente, se cuentan las novedades del día anterior y se ponen al día sobre cómo van con los trabajos y con la eventual preparación de unos todavía lejanos exámenes. Charlan animadamente con algunos otros de sus amigos de la Universidad, como Cass (Casandra; hacen muchos juegos de palabras con Sandra y Casandra, ya que además de tener nombres similares son amigas inseparables), Lau (Laura) y Leo (no de Leonardo ni de Leopoldo, simplemente es Leo). Todos se quedan alucinados con la historieta que les relata Héctor sobre lo que le ha acontecido, y todos deciden en veredicto unánime que ese tipo está como una regadera, y que el asunto daba canguelo de tan siniestro, ya que lo que no se puede ignorar es que el tío se sabía el nombre de Héctor.

-Si el pavo ése vuelve a aparecer, Jeque, yo te diría que llamases sin dudar a la policía. Vete a saber si te está espiando, o algo...

-Hostia, Lau, desde luego que lo pienso hacer. Oíd, chicos, cambiando de tema... ¿Alguien se viene conmigo esta tarde a echar currículums?

-Currícula, tío, declina...

-Boh. No rayes, Cassie, tú me entiendes, ¿no?

-No, no te entiendo, porque eres ñordo.

Los amigos sonríen puteándose mutuamente. A Casandra le jode mucho que la llamen "Cassie", hace que se sienta como una especie de choni yankee, así que se defiende con la chanza (aunque ha sido ella quien empezó con las pullas).

-Buah, lo siento, Hec, pero esta tarde tengo escuela de idiomas.

-Y yo estoy muy liado, tengo que cuidar del pesao de mi hermano.

-San y yo hemos quedado con los del trabajo de grupo.

-A mí me toca darle clase a la chica ésta.

-Sois todos unos hijos de puta, que lo sepáis. Hale, que os den, guarras, me iré yo solo.

-No sé, pregúntale a Ale.

-Pues eso haré. Seguro que él se viene.

-Porque es un vago que no hace nada.

-Que sí, hacemos más nosotros, nos gastamos setecientos pavos al año de matrícula para algún día acabar bajo un puente, peleándonos con las ratas por los restos de los cubos de basura del McDonald's.

-Y seguro que no ganamos.

-Bueh, pero al menos seguro que las ratas serán mejores alumnas que los niñatos de la E.S.O....

Y así va pasando poco a poco el día, antes de la llegada de Fernández Arjona, en el descanso de su clase y en el breve lapso de tiempo entre Historia Antigua I y Fundamentos de las Ciencias Sociales, asignatura a cargo de Roberto Guerrero Castro (un tío ya más simpático que el anterior, aunque su forma de explicar sea muy aburrida). Al salir de clase, un hambriento Héctor toma el móvil y hace una llamada a su amigo Alejandro (su tercer y último mejor amigo en el mundo), al que llaman Ale o Al, y mientras camina hacia la parada del autobús queda con él para ir a repartir currículos (ya que así es ahora la palabreja según el diccionario de la Real Academia Española, aunque a Héctor le parezca más fea que una hostia en la cara) por la tarde. Héctor no suele encontrar nada (y menos que le dure) debido a su poca disponibilidad, que le permite solamente trabajar por las tardes. La gran  mayoría de las entrevistas de trabajo (y rara vez lo suelen llamar) que consigue acaban en un "oh, perdona, pero no es lo que buscamos" en cuanto se aborda el tema de que es universitario y no puede trabajar una jornada laboral plena. Alguna que otra vez ha conseguido un empleo, pero éste jamás ha fructificado más allá de unos pocos meses (no los suficientes como para poder empezar a cobrar el paro todavía), y menos aún en los tiempos que corren. Sus padres no ven con buenos ojos que Héctor quiera llevar sobre sus hombros la pesada carga de compaginar el trabajo con los estudios (lo cual, además, se refleja en sus notas, que bajan alarmantemete, manteniéndose en el aprobado por los pelos), sobre todo porque se apenan por él, ya que está en la edad de estudiar y de disfrutar de la vida, pero Héctor no se engaña, sus padres hacen auténticos y esforzados malabarismos para poder costearle la Universidad (porque se empeñaron en que fuese a la Universidad, a pesar de todo, y Héctor, no podía negarlo, quería asistir), pero la situación económica de sus padres es ahora mismo (y desde hace meses) bastante precaria y no podrá seguir sosteniéndose durante mucho más tiempo, razón por la cual Héctor no se rinde y continúa buscando un trabajo cual agua en un pajar, por complicada, desesperante y aparentemente infructuosa que sea la empresa.

Héctor se despide de Alejandro y sube al autobús, que ya se ha detenido en la parada, acomodándose con un suspiro cansado en el asiento y disponiéndose a echar una ligera cabezada durante el viaje mientras la música suena en sus oídos. Cierra los ojos, alegrándose de que haya terminado el día (hablando de las clases) y preguntándose, con el estómago rugiéndole como una pantera furiosa, qué habrán preparado sus padres para comer.

En sus cascos, curiosamente, está sonando un verso de la misma canción que venía escuchando por la mañana: "Desde el otro lado". Hace sol. El mediodía es sofocante, a pesar de que la mañana ha sido helada. Héctor se duerme mientras Nach empieza su parte en la canción de Arma Blanca:

No pude esquivar el impacto frontal y mortal, no puedo escapar de un repentino destino fatal. Llegó el final de mis días, como una punzada, y tras tres vueltas de campana atravesé la ventana. Desangrado en la calzada, visión de mi propio entierro, veo a la Muerte vestida de negro...

3 comentarios:

Amando García Nuño dijo...

Desde este lado, empieza a crecer la inquietud, el desasosiego. Queremos pasar al otro lado, si hay alguien que nos lleve.
Salud-os

João. dijo...

Não falo bem a sua língua.
O que escreve é bonito, espero que entenda o que eu digo.

Anna Genovés dijo...

¡Buahhh!!! Aprendo el ritmo endiablado del vocabulario intrépido que os gastáis.

Sien embargo, la historia es la misma: mierda laboral.

Por cierto, estudio-trabajo se puede compaginar: es mi realidad. Ahora, está claro que para adquirir una posición fetén, debes estudiar, estudiar y no trabajar.

Eso si el país andara como debiera... Tal como va, ¡qué mñas da!

Realidad en tu prosa, mucha realidad. Un abrazo, Ann@