martes, 30 de abril de 2013

A Cidade da (In)Cultura

Dicen que la palabra "cultura" procede del Latín colere, que significa "cultivar", "recoger" (los filólogos, que se inventan cosas raras). Me imagino que de ahí viene el gallego coller, "coger". Y en el caso que nos ocupa, el verbo "coger" nos viene que ni pintado. Porque  cultivar y culturizar no ha cultivado ni culturizado mucho, pero coger, coger, lo que se dice coger, ha cogido un buen cacho, como que se ha llevado ya más de 400 millones de euros del erario público. ¿De qué estoy hablando? Pues de lo que vengo a hablar hoy. No diré muchas palabras más de presentación, pues el tema se va a desarrollar por completo unas líneas más abajo. Había pensado en resumirlo para hacerlo más asequible a la lectura de un blog, pero al final no he podido. Me ha dado pena (oye, curré mucho en esta cosa). Lo que os voy a presentar es el trabajo que realicé para la asignatura de Metodología de la Historia el cuatrimestre pasado. La opción que yo escogí fue la de llevar a cabo una pequeña labor de investigación periodística sobre un tema a mi elección. Como el profesor Bermejo acostumbraba a mencionar esto en clase, me entró curiosidad y hala, a leer periódicos y escribir. 

Debo decir que las intenciones de objetividad que planteo al principio del trabajo se ven absolutamente defraudadas apenas unas páginas más adelante. Académicamente, eso es de lo peor que se puede hacer, lo sé, y advierto a otros para que no comentan este error. En mi defensa sólo puedo alegar que a uno le es casi imposible permanecer neutral al contemplar tales barbaridades. Y si no me corregí fue porque: a)había trabajado horas y horas y estaba harto, además de que estaba ya fuera de plazo, y no tenía tiempo para exquisiteces y b)no creí que el profesor Bermejo le diese mucha importancia, realmente.

Advertencia: es largo. Muy largo. Largo de cojones. Son unas 28 páginas de Word, con una introducción muy extensa antes de entrar de lleno al caso.



Tarde, mal y a rastras

Brais Louzao Recarey

Así es como todo parece llegar a Galicia en este mundo supuestamente globalizado o en proceso de. Así lo describía mi profesor de Gallego de segundo de Bachillerato hablando del AVE, ese proyecto de RENFE (a la cual mi maestro llamaba Rogamos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados) que debería haber llegado hace años ya y que aún nos está dando largas. Quizás no sea un problema al fin y al cabo de esta comunidad autónoma, sino de toda España en sí, pero al menos en este trabajo quisiera tratar de un tema que sí es competencia casi exclusiva de nuestra tierra. Estoy hablando de A Cidade da Cultura de Galicia de Santiago de Compostela.

Es complicado a día de hoy establecer un sistema seguro para acceder al conocimiento según a qué campos de la información estemos tratando de acceder. Vivimos en un mundo en el que se ha hecho sumamente sencillo obtener datos en grandes cantidades. Basta con escuchar la radio, comprar un periódico, encender la televisión o consultar Internet para enterarnos de forma detallada de aquello que queremos saber. Un suceso acontecido en la otra punta del planeta puede ser del conocimiento público de todo el orbe en cuestión de apenas unas horas. Los medios de comunicación de masas han acortado las distancias en el tiempo y en el espacio y han acercado a las personas de casi todos los lugares de una forma que hasta ahora la humanidad no había conocido... pero ésa es tan sólo una cara de la moneda. La enorme paradoja de todo ello es que actualmente es muchísimo más fácil encubrir la información no deseada que antes. El flujo ingente de información ahoga el conocimiento con la misma facilidad con que lo aporta. La excesiva y a menudo innecesaria cantidad de datos con que nos bombardean día a día hace imposible retener todo lo que vemos y escuchamos. Pocas personas son capaces de recordar los acontecimientos más importantes del año anterior, a veces incluso es difícil recordar qué ponían en la tele la semana pasada, y por otra parte la abrumadora afluencia de noticias, anuncios, programas, material de ocio, etc., que sufrimos hace que la gente por lo demás se ofusque y pierda el interés además de arruinar y destruir su capacidad crítica.

En fin, como iba diciendo, se da la ironía de que sabemos menos que nunca precisamente cuando más que nunca podríamos saber. En tiempos pretéritos una información que quisiese ser ocultada siempre tenía altas posibilidades de salir a la luz, de una forma u de otra. Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo, y antes se descubre un secreto cuanto más se trate de ocultarlo. Prohíbe algo y lo harás más delicioso. Pocas cosas son capaces de detener un rumor o una noticia forajida, sobre todo cuando hay oídos atentos a escucharlo sin la distracción del ruido constante y atronador de los mass media. Las personas estaban más preparadas para juzgar lo que conocían y discernir qué era falso y qué no. El hecho de tener menos información hacía más fácil centrarse en la que había, someterla a crítica, verla de una forma más objetiva. Hoy en día apenas hay tiempo para detenerse a hacer esto. Lo más fácil para el cerebro es asimilar lo que se le dice y aceptarlo como verdadero, porque no puede detenerse a analizarlo, atrapado en el ritmo frenético del mundo.

Es por eso que es tan sencillo creer lo que se nos cuenta de forma oficial. Ponerlo en duda requeriría acceder a todos los medios de comunicación posibles, contrastar la información y sacar conclusiones. Un proceso demasiado largo y complejo como para hacerlo con todas y cada una de las noticias que se pueden poner en cuestión… por no hablar de que el fácil y rápido acceso a lo que queremos conocer puede ser también una quimera. Tan sencillo es maquillar una cosa como no decirla. Un periódico omite mil noticias por cada una que me da, en parte porque es imposible concentrar en unas hojas de papel toda la información del mundo, ni tan sólo de un país, y en parte porque ese periódico puede no encontrar interesante o productivos los datos a los que a lo mejor yo quisiera acceder. Los medios pueden dar información con una mano y ocultarla con la otra, precisamente bajo la cortina de las demás noticias que nos ofrecen. Si yo sé que algo está aconteciendo en una parte y no se me proporcionan datos sobre ello, mi propio interés me llevará a buscar la verdad de alguna manera, pero si me ofrecen noticias sobre ello, es posible que me dé por satisfecho y abandone mi curiosidad sin tal vez plantearme si lo que me han contado es toda la verdad. Por no hablar de la capacidad que tienen los poderes para manipular la información.

Con esta introducción tan larga al tema de la información estoy tratando de explicar que los mismos datos que yo puedo obtener y manejar para realizar este trabajo serán inevitablemente parciales, incompletos e imperfectos. Posiblemente nunca conoceré con detalle, al menos de momento, todo lo que me sería de verdad necesario para hacer una investigación en profundidad sobre todo lo que rodea la construcción de A Cidade da Cultura. Las fuentes más directas a las que tengo acceso son las hemerotecas virtuales de los periódicos que se han dignado a tratar este tema. Es por eso que este trabajo va a ser, en esencia, una labor de recopilación de información periodística. Utilizaré la prensa para observar la evolución del proceso de edificación del complejo del monte Gaiás y aportaré mi propia visión sobre el asunto intentando ser lo más objetivo posible, aunque la objetividad plena no exista.

Para esta tarea he utilizado principalmente cuatro periódicos: La Voz de Galicia, El País, El Mundo y ABC. La razón por la que utilizo más de una fuente es para tratar de obtener más de un punto de vista sobre el tema, y precisamente para atender a diferentes ópticas he buscado prensa tanto de tendencia “izquierdista” como “derechista”. No obstante, me voy a centrar principalmente en La Voz de Galicia por ser el órgano más cercano a la cuestión que nos ocupa. Como dato importante mencionaré que, si antes he insistido con tanta vehemencia en la cuestión de que se puede omitir fácilmente la información y que tal hecho pase desapercibido, es porque también consulté la hemeroteca virtual de La Razón, pero de poco o mejor dicho de nada me sirvió, porque allí solamente se recogían un par de noticias (literalmente dos) sobre A Cidade da Cultura, y ambas se referían al concierto en dicho lugar de la artista islandesa Björk. No deja de ser al menos extraño, incluso sospechoso, que un tema tan polémico como el de A Cidade da Cultura, que ha despertado amplios debates y controversia y que ha sido tratado por extenso en otras agencias de prensa tenga tan poca repercusión en un periódico que casualmente todo el mundo reconoce como “de derechas”. ¿Tendrá que ver con el hecho de que el desastroso proyecto de A Cidade da Cultura fue idea de uno de los miembros más importantes del PP en su día? A lo mejor estoy loco…

Manuel Fraga Iribarne, político del régimen franquista que apostó por la democracia, aunque una democracia claramente de derechas, líder en su día de Alianza Popular, después transformada en el Partido Popular, en el que también fue una figura importante, y presidente de la Xunta de Galicia durante muchos años, él fue quien tuvo la idea de construir este complejo arquitectónico, a menudo denominado como “faraónico”. En 1999 se convocó un concurso internacional de arquitectura para decidir quién sería el encargado de diseñar y llevar a cabo el proyecto, que sería ubicado en el monte Gaiás, en los alrededores de Santiago de Compostela. El ganador fue Peter Eisenman, un arquitecto estadounidense licenciado en arquitectura por la Universidad de Cornell, doctorado en filosofía por la de Cambridge y en bellas artes por la de Chicago, entre otros títulos. Impartió docencia en universidades como Harvard, Cambridge, Princeton, Yale y Ohio, es miembro del grupo Five Architects de Nueva York y tiene hasta su propia página web (http://www.eisenmanarchitects.com/), en la que, por cierto, se puede ver el proyecto de A Cidade da Cultura. Ha recibido diversos premios y ha aparecido en diversas publicaciones y films, pero también ha sido también muy criticado.

Eisenman es frecuentemente asociado, entre otras influencias, al movimiento deconstructivista. Su concentración en “liberar” la forma arquitectónica es notable desde un punto de vista académico y teórico, pero ha dado como resultado estructuras mal construidas y hostiles a los usuarios. El Centro Wexner de las Artes, anticipado como el primer y mayor edificio público deconstructivista, requirió costosas reparaciones debido a fallos elementales de diseño, tales como malas especificaciones de material y espacios de exhibición de obras de arte delicadas expuestos directamente a la luz del sol. Ha sido frecuentemente repetido que el diseño del centro desorienta a sus usuarios hasta el punto de sentir nauseas físicas. Según Andrew Ballantyne, el edificio llega a ser “hostil para la humanidad”. La House VI de Eisenman, diseñada para Richard y Suzanne Frank a mediados de los 70, confunde estructura y función. Suzanne Frank era inicialmente comprensiva y paciente con las teorías y requerimientos del arquitecto, pero tras años de reparaciones de la mal planificada House VI (la cual en primer lugar quebró el presupuesto de los Frank y después consumió sus ahorros de toda la vida), Suzanne mostró su nueva opinión en Peter Eisenman's House VI: The Client's Response, donde admite tanto las virtudes del edificio como sus muchos problemas.

A modo de resumen rápido, antes de entrar en materia, se puede decir que las obras comenzaron dos años después del concurso, en 2001. En un primer momento el complejo estaba formado por seis edificios, a saber, la Biblioteca, la Hemeroteca, el Teatro de la Música, el Museo de la Historia de Galicia, el edificio de Servicios Centrales y el edificio de las Nuevas Tecnologías. En 2005, con el cambio de gobierno en la Xunta, se redefinió el proyecto, que fue presentado en 2006 en el Parlamento Gallego. En el momento en el que se planteó la redefinición del conjunto las obras ya estaban en un estado avanzado, de modo que las obras fueron paralizadas por un espacio de varios meses. En 2011 fueron inaugurados los tres primeros edificios de A Cidade da Cultura, la Biblioteca, el Archivo y el Museo de Galicia. Por lo tanto, a día de hoy, que nos estamos en 2013, nos encontramos con que han transcurrido doce años y todavía no ha sido terminado un complejo que en principio iba a finalizarse en tres o cuatro, que ha sido criticado por todas partes y que sin embargo no ha sido en ningún momento detenido de forma definitiva, que ha costado y sigue costando una exorbitada cantidad de dinero, que se encuentra mal comunicado y mal organizado y cuyo proceso de construcción está siendo investigado por presuntas irregularidades y fraudes.

Para una mayor facilidad a la hora de elaborar el trabajo y facilitar una comprensión del mismo, lo voy a estructurar atendiendo a dos criterios: el temático y el cronológico, por así decirlo. Separaré los contenidos, en primer lugar, según una serie de ámbitos concretos, como en “apartados”, y dentro de cada uno de éstos seguiré una línea temporal lineal, mayormente. Como ya he dicho, me voy a centrar sobre todo en el periódico La Voz de Galicia (LVDG), dado que por su proximidad es el que ha tratado este tema con más detalle y atención. Me dedicaré a él en primer lugar, comparándolo brevemente con los otros tres diarios más adelante.

Empezaré, una vez dicho esto, por el morboso tema del coste. Porque en estos tiempos de crisis lo que más nos preocupa a todos es el bolsillo. ¿Cuánto dinero iba a costar A Cidade da Cultura? ¿Cuánto nos está costando al final? ¿De qué manera se está pagando? Vamos a echar un vistazo a las cifras. En una noticia del 9 de agosto del año 2000 podíamos leer que, para empezar, la ya extinta Caixa Galicia (da miedo pensarlo, sabiendo lo que sabemos hoy) cedía el 60% del terreno necesario para edificar el complejo, unos 413.380 metros cuadrados, y en cuanto a la financiación necesaria para el proyecto, se cifraba en unos 18.000 millones de pesetas, algo más de 108 millones de euros. Todavía no había una lista pública de los patrocinadores, pues al parecer la mayoría estaba todavía pendiente de firmar, pero se afirmaba que el pago de la obra sería aportado tanto por el sector público como por el privado. El 6 de enero del año siguiente una noticia mencionaba que la Xunta preveía invertir en el proyecto más de 20.000 millones. El 24 de febrero La Voz publicaba que el gobierno de Galicia pretendía eludir el pago de tasas municipales por la obra, pidiendo al ayuntamiento de Santiago una exención fiscal por valor de casi 800 millones de pesetas. Esto ponía al ayuntamiento en un aprieto, pues si bien éste no quería decir que no a la Xunta, creía que la exención no tenía amparo legal y “generaría agravios entre los contribuyentes”. Además, afectaría gravemente a las previsiones presupuestarias del ayuntamiento para dicho año, pues se estimaba un ingreso de 1.125 millones de pesetas por impuesto de construcción y licencia de obras, de los cuales 450 provendrían de A Cidade da Cultura. Finalmente, el ayuntamiento decidió no conceder la evasión fiscal (LVDG, 22 de octubre de 2001), con lo que recaudó 4.200.000 euros, unos 700 millones de pesetas), pero declaró que utilizaría dichos fondos para contribuir a la obra financiando la construcción de los accesos a la Cidade.

El 19 de diciembre de 2001 el Patronato de la Fundación Cidade da Cultura aprobó para 2002 un presupuesto de 4.140 millones de pesetas (24.88 millones de euros), de los que 4.004 se destinarían a inversiones y realización de obras (LVDG, 20 de diciembre de 2001). El 9 de septiembre de 2002 salía a la luz la noticia de que la Xunta aportaría ese año 30 millones de euros al proyecto a través de la Fundación Cidade da Cultura. Además, según esta noticia, la Xunta preveía invertir más de 150 millones de euros de dinero público en la citada fundación. Y una noticia del 21 de noviembre nos hacía saber que el próximo año la construcción de la Cidade iba a recibir un fuerte impulso, con unos 25 millones más, de los que 11 procederían de los presupuestos de la Comunidad Autónoma y el resto de la dotación de la fundación responsable de la iniciativa. Tan sólo ocho días antes de esta noticia había acontecido en las costas de Galicia un suceso que conmocionaría a todos los españoles: el naufragio del petrolero Prestige. El 11 de diciembre una noticia recogía la sugerencia de la concejal Encarna Otero de desviar los recursos económicos de A Cidade da Cultura a la limpieza del mar gallego. El 13 de diciembre se reflejaba en el periódico la repetición de la situación al pedir Emilio Pérez Touriño a Fraga que paralizase la gran inversión en la Cidade para atender a las exigencias de la catástrofe. ¿La respuesta del presidente a estas demandas? No sólo desconsiderarlas, sino comentar también que esto no le había gustado nada a Xosé Bugallo, el alcalde de Santiago.

Hacia el 4 de febrero de 2003 el responsable de la Consellería Cultura de la Xunta, Jesús Pérez Varela, decía que el presupuesto “inicial” del proyecto se “mantenía” en 132 millones de euros, pero que habría que hacer ajustes, porque “hablamos de 22.000 millones de pesetas del año 98, a los que habrá que aplicar las fluctuaciones de la moneda y la inflación”. Sería reseñable recordar que al principio se había hablado de 18.000 millones de pesetas, 108 millones de euros. Pero no todos estaban de acuerdo con que ése fuera el presupuesto real. La CIG denunció el despilfarro de fondos públicos y el “nepotismo en las contrataciones del proyecto” y solicitó que el Parlamento y el Consello de Contas intervinieran en las cuentas de la Fundación Cidade da Cultura por el “despilfarro que están haciendo al presupuestar una obra de 120 millones de euros y en la que se han gastado ya el doble” (LVDG, 12 de octubre de 2004). La Consellería de Cultura se defendió alegando que el presupuesto inicial del proyecto de la Cidade da Cultura se había incrementado como consecuencia de la subida de precios, tanto de materiales como de ejecución de la obra, así como de actuaciones imprevistas y pago de impuestos y tasas municipales (LVDG, 13 de octubre). Y de hecho, aquí no acababan las subidas de precio. El 3 de octubre Pérez Varela hizo unas declaraciones en las que, si bien, evitaba dar una cifra del coste final de la Cidade, dijo que el presupuesto evolucionaba “de forma sustancial” según el IPC acumulado cada año de construcción, y que la primera cifra, 120 millones de euros, se había establecido en 1998, y que para cuando estuviese finalizado el proyecto podía superarse en un 70 ó 80% (LVDG, 4 de octubre de 2004). Esto parece una contradicción evidente. Todos sabemos que cuando llegó el euro subieron los precios, pero de ahí a que 108 millones se conviertan en 120… Hay una contradicción evidente, y o se ha equivocado el periódico o se ha equivocado el conselleiro.

El año 2005 empezó con tal vez un poco más de sinceridad respecto a la Cidade da Cultura por parte del gobierno del PP, al que le quedaba muy poco. El gerente de la Fundación Cidade da Cultura, Ángel Currás Fernández, admitió el 11 de marzo de 2005 en el Parlamento que la Consellería de Cultura desconocía el coste real definitivo de la empresa. En respuesta a preguntas de los diputados Laura Seara Sobrado, del grupo parlamentario socialista, y de Eduardo Gutiérrez, del BNG, sobre el coste previsto para la Cidade, dijo que a 31 de diciembre del 2004 las inversiones realizadas se elevaban a 62 millones de euros, y recordó que la previsión inicial de las obras eran de 133 millones, pero indicó que estas previsiones se habían superado por diferentes motivos, entre los que señaló la construcción de una planta de cogeneración que no estaba prevista o las Torres Hejduk, que inicialmente se iban a construir en el parque de Belvís. Siguen bailando las cifras. Ante la insistencia de los parlamentarios de la oposición por conocer el costo real final de este proyecto, el Currás reiteró que no era posible saberlo porque “faltan por definir sus contenidos”. Laura Seara le dijo que algunas fuentes estimaban que el costo superaría los 300 millones. Cinco meses después, en fin, Manuel Fraga dejaba la presidencia de la Xunta al no reunir su partido la mayoría absoluta y coaligarse el PS de G-PSOE y el BNG para formar gobierno, estableciéndose como presidente Emilio Pérez Touriño y como vicepresidente Anxo Quintana. Aunque las obras de A Cidade da Cultura fueron paralizadas temporalmente no sólo no fueron canceladas, sino que fueron redefinidas. Lo cual no fue óbice para que la nueva conselleira de Cultura, Ánxela Bugallo, se quejase de que el presupuesto inicial, de “139 millones de euros” se había triplicado hasta los 324 millones de aquel momento (LVDG, 25 de octubre de 2005).

El 8 de noviembre de 2005 La Voz de Galicia explicaba en una noticia que se calculaba que, para acabar A Cidade da Cultura, sería necesario todo el gasto de la Consellería de Cultura de la Xunta de tres años enteros, nada menos. Ánxela Bugallo admitió en 2006 que el complejo absorbería entre un 23 y un 28% del presupuesto de la Consellería para 2007 (LVDG, 15 de septiembre de 2006), lo cual supondría entre 37 y 46 millones de euros. La Voz de Galicia, por cierto, publicaba el 29 de julio de 2006 una noticia en la que explicaba que un diario alemán criticaba la polémica empresa. Entre otras cosas, el dicho periódico citaba un informe en el que se cifraba en nada menos que 48 millones de euros los gastos anuales de mantenimiento del complejo, “el 30% de todo el presupuesto cultural gallego”, aunque Ánxela Bugallo aseguró que el cálculo era exagerado. Pero lo verdaderamente exagerado son las cifras de la Cidade. Seis años después de la colocación de la primera piedra la obra de Fraga había engullido ya 373,7 millones de euros en obras licitadas, más de siete años buscando una iniciativa privada que no llegaba (LVDG, 27 de septiembre de 2006). El gasto en una obra inacabada equivalía al 40% del valor que se estimaba para la línea ferroviaria de alta velocidad entre A Coruña y Vigo o el presupuesto anual de las tres universidades gallegas. Superaba el gasto de 360 millones de euros del Fondo Tecnológico de Bruselas. Superaba las inversiones en el Guggenheim y la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, 138 millones y 210, respectivamente.

En abril de 2009 el gobierno de la Xunta volvió a cambiar de manos, pasando del bipartito al PP nuevamente, siendo Alberto Núñez Feijoo el presidente. El proyecto continuó sin mucha novedad, aunque los titulares de estos años parecen relajar un poco la candente polémica. Si hay algo mencionable es la insensatez de la idea de construir un teleférico entre el centro de Santiago y A Cidade (LVDG, 10 de mayo de 2008), idea que no solamente no desaparece, sino que parece cobrar fuerza en 2010, atreviéndose Xosé Sánchez Bugallo a opinar incluso que “En boa medida o éxito da Cidade da Cultura vai depender de que haxa teleférico” (LVDG, 13 de mayo de 2010). Esta obra, cuyo proyecto asumió la Consellería de Cultura, sumaría otros 20 millones a la obra, pero parece que el ansia de gastar dinero no remitía, pues surgió también la idea de construir un metro para comunicar Santiago con el Gaiás (a saber qué diablos pinta un metro en Galicia). Por lo menos hubo un ligero acceso de sentido común y el alcalde afirmó que hay estudios que exponen claramente que el metro no es una alternativa adecuada. El estudio del Consorcio, centrado en los itinerarios a la Cidade da Cultura, indicaba que el coste del metro ligero asciende a 82 millones de euros. El metro más pequeño, o minimetro, representaba un monto de 34 millones. Por establecer más comparaciones podríamos citar de ejemplo a Xesús Ron, actor de la Compañía Chévere y comandante de la Sala Nasa, que en una entrevista (LVDG, 3 de julio de 2011) afirmó que “Co que se gasta un día na Cidade da Cultura poderíase manter a Nasa un ano. Por cada espectador que entraba na Nasa o Concello poñía un euro e medio, esta era a axuda que nos daba. É imposible facer máis por menos.”

Roberto Varela, el nuevo conselleiro de Cultura, en una entrevista del 5 de diciembre de 2010, cifró en 475,9 millones de euros el coste total de la infraestructura y el equipamiento de A Cidade, pero afirmó que “neste momento de crise nós non podemos actuar coa lixeireza de gastar todo iso”, por lo que “decidimos, por exemplo, paralizar o Teatro da Ópera [o edificio máis caro do complexo, case un 20% do orzamento total]. Firmarei un acordo coa contratista para facer unha moratoria de tres anos prorrogables; é dicir, polo menos ata o 2014 aquilo non se vai mover”. La paralización costaría 850.000 euros por el cierre de obra, ajustar las estructuras para que aguanten en el período de inactividad y una indemnización mínima a la adjudicataria, a deducir después de la reanudación de la obra. En una entrevista posterior, esta vez del 23 de octubre de 2011, contaba que no tenía pensado hacer “Nada” con los dos inmuebles pendientes del proyecto Gaiás, valorados en 175 millones de euros. “Polo menos nesta lexislatura, non vamos facer nada. Mentres a situación económica siga así, nesta tesitura, dende logo alí non se vai facer absolutamente nada novo. Vamos concentrarnos nos catro edificios que xa están rematados ou ben a piques de estalo. E os outros dous continuarán pospostos ata que chegue un tempo que permita plantexar a reflexión de continualos ou non”. Pese a que se puso un freno al desmesurado gasto, no se le puso fin. Simplemente, fue aplazado. Aunque de hecho, el conselleiro comentó que no descartaba que la obra permaneciese inconclusa para siempre. Roberto Varela explicó también que “Polo de agora, chegamos coas empresas a un acordo provisional ata o 2014 no que non se contempla ningún tipo de penalización”. Admitió un gasto de solamente 300 millones de euros en el Gaiás, y afirmó que, excluyendo los dos edificios restantes, el gasto final sería el de ésos 300 millones. Y a la pregunta de cuánto sería el coste anual de A Cidade, con los cuatro edificios ya en marcha, respondió que “Hai que distinguir os gastos de mantemento e persoal, que ascenderán a uns cinco millóns, dos gastos de funcionamento ou programación. Pero entre un 80 e un 90 % de esa segunda parte será financiada polo capital privado a través da Fundación Gaiás”.

Es aspecto del trabajo que me gustaría tratar ahora es el tema de la planificación y duración de la obra, así como las irregularidades y las investigaciones que el proyecto ha sufrido a lo largo de los años. A fecha del 9 de agosto de 2000 La Voz daba la noticia ya mencionada antes de que Caixa Galicia cedía terrenos de su propiedad para la construcción. En aquel momento, a seis meses para el inicio previsto de las obras, todavía no había información sobre quién iba a financiar el proyecto (ya lo dije más arriba), y asimismo era desconocida la aportación con la que el Gobierno central, la UE y el sector privado participarían en la financiación. La ubicación sería en la zona del Sar, próximo a Área Central y al pabellón multiusos. A la espera de concretar la financiación, la Consellería de Cultura seguía avanzando en los trámites para expropiar los terrenos necesarios. Más de la mitad de los 700.000 metros cuadrados que abarca A Cidade, cedidos por la entidad bancaria, se trataban en su mayoría de pequeñas fincas dedicadas a labradío. Cultura preveía cerrar antes de otoño los trámites con los propietarios particulares. Propietarios que iban a perder sus tierras, les interesase o no, porque A Cidade se iba a construir sí o sí. Se había formado una comisión técnica formada por más de 150 personas que colaboraba con Eisenman para dar forma al proyecto definitivo. A Consellería matizaba que no había plazo de entrega. Ni siquiera las previsiones de la Xunta coincidían con las del arquitecto. El gobierno de Manuel Fraga calculaba que los trabajos finalizarían, ojo al dato, por favor, en 2004, mientras que Eisenman afirmaba que serían necesarios cuatro años a partir de la colocación de la primera piedra. Creo que éste es el dato del cual se puede decir de forma más absoluta y palpable que es mentira. Un error de apreciación y cálculo bastante grande. En el calendario de la Xunta se establecía que el acto protocolario que marcaría la cuenta atrás para el inicio de las obras de ejecución tendría lugar a finales de año o principios del próximo (2001), comenzando los trabajos de cimentación en marzo. Esto quería decir que, dando por buenas las estimaciones, al menos las de Eisenman, el proyecto difícilmente estaría terminado antes de la primavera de 2005.

Pero a finales de año se iban a realizar estimaciones y afirmaciones que en el futuro serían todavía más desafortunadas. Una noticia del 21 de diciembre de 2000 explicaba que, efectivamente, en enero iba a ponerse la primera piedra, y que la obra estaría terminada a finales de 2003 o principios de 2004, y esto lo dijo el mismo Eisenman, quien para colmo añadió “Soy una persona sincera y clara y si pensase que no iba a cumplir los plazos, lo diría”. El inicio de los trabajos estaba previsto para marzo o abril de 2001, en ese aspecto no había nada nuevo. Al año siguiente se comunicó que el estadounidense se hacía cargo de la redacción definitiva del proyecto y controlaría las obras personalmente (LVDG, 30 de mayo de 2001). Las obras de explanación del terreno (valoradas en 69.800.000 euros) iban a durar unos cinco meses… pero apenas cinco meses después de haber sido puesta la primera piedra el trabajo apenas había comenzado, y así lo recogía un titular del 5 de julio de 2001. El propio Fraga, ante el retraso, visitó las obras y reclamó rapidez diciendo “No quiero que sea tan perfecta que sólo la vean mis nietos”, en alusión a la meticulosidad del propio Eisenman. Fraga quiso hacer algunos retoques en la planificación de su arquitecto. La primera conclusión a la que llegó el presidente de la Xunta fue que los accesos deberían ser construidos antes que la propia obra (recordaremos estas palabras más adelante), ya que en aquel momento los caminos de tierra seguían siendo el único modo de llegar al corazón de las obras. Lo segundo que dispuso Fraga fue que las torres Hejduk, que se iban a modificar, permanecieran finalmente inalterables.

En 2002 todavía se tenía la esperanza de que los trabajos concluyesen en 2005, tal y como afirmaba una noticia de La Voz el 9 de septiembre. El 21 de noviembre otra noticia indicaba que los responsables técnicos creían que el plazo de 2005 marcado por la Xunta era “muy exigente pero factible”, y les exigiría “trabajar con mucha eficacia”. Acababa de abrirse una nueva etapa marcada por la contratación, por algo más de nueve millones de euros, del proyecto de ejecución. De ello se encargaría la unión temporal de empresas formada por Euroestudios S.A. y el arquitecto Andrés Perea, que trabajarían en coordinación con Eisenman. Las únicas estructuras levantadas en aquel momento eran las torres Hejduk. Por otra parte estaba el tema de la construcción del enlace de A Cidade con la Autopista del Atlántico, la AP-9, que sería el principal acceso al complejo. Las obras se iniciarían en el segundo semestre, con una inversión de 4,7 millones de euros a cargo de la Consellería de Política Territorial. Pero lo más inmediato en aquel momento, según la noticia, era la conclusión de las torres en 2002.

El 4 de febrero de 2003 podíamos leer en una noticia que las obras llevaban un retraso de cuatro meses, aunque habían cogido “velocidad de crucero” tras la creación de un  equipo director al margen del autor del proyecto, Peter Eisenman. A juicio de Pérez Varela, la buena sintonía y la admiración que este nuevo grupo profesaba hacia el arquitecto americano había facilitado el traslado de responsabilidades sin que hubiese discrepancias. “Se llevan muy bien, se entienden perfectamente y las cosas van mejor de lo esperado”, dijo. En cuanto a la fecha prevista para la finalización, continuaba fija en 2005, coincidiendo con “los últimos coletazos del mandato de Manuel Fraga al frente del Gobierno autonómico”. Llegando al 30 de septiembre un titular viene ya advirtiendo la polémica: “El PSOE exige a Pérez Varela que explique con qué dotará la Cidade da Cultura”. Los socialistas exigían “transparencia” y explicaciones sobre A Cidade da Cultura. El diputado Antón Louro sospechaba que el coste inicial de la infraestructura se había desbordado y había reclamado el 29 de septiembre a la Xunta que solicitase del Consello da Cultura Galega (CCG) un dictamen sobre los contenidos del proyecto. Aunque estaba dispuesto a “colaborar”, el PSOE se encontraba molesto porque carecía de información puntual sobre los contenidos de A Cidade, cuyas dos torres principales se encontraban en aquel momento en estado de construcción. Louro comentó que circulaba a un rumor sobre el coste del proyecto, que habría ascendido a 210 millones de euros, y que la Xunta había recortado los planos de esa infraestructura. La Consellería replicó, por supuesto, que el presupuesto no se había movido de los 132,8 millones de euros “iniciales” y que pondría en manos del CCG la información que precisaban para el informe. El conselleiro Pérez Varela precisó, no obstante, que varios miembros del CCG, entre ellos su presidente, formaban parte de las ponencias que definían los contenidos.

El 29 de octubre de 2003 se anunciaba que a partir de noviembre A Cidade entraba en la fase decisiva de su construcción, que se aceleraría y tal vez pudiera concluirse en la fecha prevista, siendo el complejo inaugurado en tal caso a finales de 2005. Esto lo dijo el 28 de octubre Sandra Hemingway, responsable en Nueva York del estudio de arquitectura de Eisenman. Sin embargo, Hemingway no se aventuró a dar ninguna fecha concreta y se limitó a señalar que el proyecto podía sufrir retrasos por muchos factores. El 10 de junio de 2004 nos encontramos con una noticia curiosa y divertida, cuyo encabezado reza así: “Fraga y Pérez Varela niegan retrasos en la Cidade da Cultura”. Efectivamente, el presidente de la Xunta negaba que hubiese retrasos importantes en la obra y aseguró que “lo que hay es que el magnífico, el excepcional proyecto de señor Eisenman, que es uno de los mejores arquitectos del mundo, él ahora lo está realizando en su desarrollo a la velocidad que es posible en un proyecto tan original y tan interesante”. Añadió que lo que sentía era “no poder hacerlo más deprisa, pero es para hacerlo bien” y que “hay edificios ya muy adelantados”. En el mismo sentido se manifestó el conselleiro de Cultura, quien indicó que el arquitecto había entregado ya todos los proyectos del complejo. Insistió en que sólo había una “demora mínima”, producto de las modificaciones técnicas que el proyecto había afrontado el pasado año. Los objetivos de la Xunta en estas fechas eran concluir totalmente la obra en 2008. Un titular del 30 de junio del mismo mes confirmaba esta información y la noticia explicaba la existencia de un nuevo proyecto, el Museo del Libro, que iría en un área expositiva de más de 1200 metros cuadrados y que sería, en palabras de Ángel Currás, “un museo único en España sobre a historia do libro e da comunicación dende as táboas grecorromanas ata a imprenta”.

Ya mencioné antes la noticia del 12 de octubre de 2004 que informaba de que la Confederación Intersindical Galega había solicitado la intervención en las cuentas de A Cidade da Cultura. Para el sindicato se estaba cometiendo un desfase presupuestario que tenía que ser explicado. La Xunta debía dar cuenta de “dónde está todo este dinero”, cómo se había adjudicado cada una de las partidas y cuál era el procedimiento de contratación. La CIG también pretendía que se informase de “cuánto se había pagado” a Eisenman, para que cediese la dirección de obra a un estudio técnico gallego “que dirige el marido de la conselleira de Familia, Pilar Rojo”. Asimismo, el sindicato denunció que la Xunta había contratado la vigilancia de las obras a través de la empresa Seguridad Gallega, que contaba con una plantilla de cinco trabajadores y un vehículo, por lo que incumpliría, según la central sindical, la Ley de Contratos, ya que la obra no estaba recepcionada y, por lo tanto, todos los gastos de custodia y de seguridad corrían por cuenta del contratista y no por parte de la administración gallega. Para la CIG, esto era “malversación de caudales públicos y despilfarro de dinero por parte de la Consellería de Cultura”. El sindicato insistió en que el Parlamento y el Consello de Contas fiscalizasen y paralizasen de inmediato las obras por ser un “atentado” contra los intereses generales y causar un “quebranto monetario” en las arcas públicas y “llevar a la ruina financiera” a la administración autonómica. La Voz Recogía la respuesta de la Xunta, como también se dijo arriba, el 13 de octubre. El comunicado explicaba que las cuentas anuales de la Fundación eran aprobadas por el Patronato y remitidas de inmediato al Consello de Contas para su fiscalización. Añadía que a los concursos públicos se presentaban las mejores empresas en el ámbito de la obra civil y edificación, que eran valoradas por un equipo de técnicos de la propia Fundación y de las Consellerías de Economía y de Cultura, que las calificaban y se proponía la contratación de aquéllas con mejor puntuación técnica y menor coste. En cuanto al equipo técnico responsable de la dirección de las obras, la Consellería explicó que “no está ni estuvo nunca” el marido de la conselleira de Familia, que no tiene “ninguna relación de trabajo con la Cidade da Cultura ni con los equipos implicados en el desarrollo del proyecto” y que su único vínculo había sido su colaboración en el concurso de arquitectura realizado en 1999.

El 4 de octubre de 2004 se explicaba en La Voz que la hemeroteca iba a ser el primer edifico en inaugurarse, previsiblemente en el último trimestre del 2005, coincidiendo con las elecciones autonómicas, fijándose como objetivo la próxima legislatura para el remate del conjunto (tanto la intención política, de cara a ganar las elecciones, como la intención personal de Fraga, que ya hemos visto que quería despedirse con esta su “obra faraónica”, son claras). Pérez Varela aseguraba que el arquitecto estaba cumpliendo los plazos de entrega y justificaba los retrasos por las limitaciones de los presupuestos de la Xunta. Pero algún problema más si que había, aparte del presupuesto, y en la noticia se podía ver. Existían complicaciones de tipo técnico en el complejo. Los edificios debían ser cubiertos totalmente con losas de cuarcita de medio metro cuadrado, cuya instalación era sumamente complicada. Esas piezas iban encajadas sobre una estructura metálica, para lo que era necesario agujerearlas. En muchos casos el delicado trabajo de los taladros acabó rompiendo la piedra, por lo que la dirección de la obra había optado por devolver una partida de cuarcita que no reunía la calidad necesaria para el proyecto. Pérez Varela también comentó que se estaban encontrando dificultades para ajustar los ventanales, ya que “cada marco es exclusivo, caro, y su colocación, compleja”, aunque se mostraba convencido de que el proyecto sería “un orgullo para Galicia y España” y que, “como ocurrió con el Guggenheim”, recuperaría con creces la inversión realizada.

En 2005 era difícil calcular la fecha de finalización de las obras, pero ésta todavía seguía fijada para 2008 (LVDG, 11 de marzo). Y con el cambio de gobierno llegó la ya mencionada redefinición del proyecto. Ánxela Bugallo anunció (LVDG, 19 de septiembre de 2005) que iba a iniciar “una cata” entre los colectivos e instituciones culturales del país para dar sentido al proyecto. Para redefinir la obra, la Consellería quería contar con los agentes culturales, entidades y personas del mundo de la cultura “para estudiar o que terá que ser no futuro”. Pero no sólo escucharía las propuestas del mundo de la cultura, también las de los arquitectos y técnicos, que, según fuentes de la Consellería, “terán que dicir se o que se plantea é viable de poderse facer nas estructuras que xa están rematadas”. E iban a empezar “en breve” porque “os prazos teñen que ser os máis curtos posibles, porque esta é unha estructura que se crea día a día”. Bonita declaración de intenciones, desde luego. Para que el 25 de octubre un titular anunciase que “La Xunta suspenderá de forma temporal la obras de la Cidade da Cultura”. El fin era reflexionar sobre la utilidad del complejo y revisar las licitaciones hechas el mes de junio por el gobierno de Fraga. Comentó, echándole valor, que “Se é necesaria unha suspensión temporal, farase, porque os cartos dos galegos non se gastan inútilmente”. También se quejó del aumento del presupuesto, como mencioné antes, y de que hasta la fecha no hubiera un estudio serio sobre los costes de mantenimiento. No se detuvieron ahí las críticas a la administración anterior. Ánxela Bugallo acusó al gobierno de Fraga de dejar su departamento “ben comprometido para que non poidamos facer nada”. A Cidade da Cultura iba a absorber casi un tercio del gasto total de su departamento, unos 48 millones de euros, que “xa estaban asinados e contratados polo anterior Goberno, en grande parte cando estaba en funcións” (LVDG, 8 de noviembre de 2005). Básicamente lo mismo que está haciendo Rajoy actualmente: echar la culpa de la situación a la herencia dejada por Zapatero. Bugallo anunció que su Consellería adoptaría una “actitude de prudencia” y que trazaría una línea de gasto muy diferente para 2006.

El 29 de mayo de 2006 se formó un consejo asesor para orientar a la Consellería de Cultura en el replanteamiento del complejo (LVDG, 30 de mayo). Ánxela Bugallo se colgó la medalla diciendo “é a primeira vez que se consulta ao sector cultural galego sobre a Cidade da Cultura”, indicando sin embargo que los informes resultantes no tendrían carácter vinculante, aunque serían “tenidos en cuenta”. Este informe se sumaría a los que realizarían el Museo do Pobo y el Consello da Cultura. La conselleira descartó la utilización de franquicias culturales para ocupar los futuros espacios del proyecto, reiterando la vocación de que A Cidade sea gestionada públicamente, aunque se recabe el apoyo de instituciones privadas. Declaró que la obra del Gaiás era “irreversible”  y que “hai que transformalo nun sinal de identidade de Galicia e aproveitalo para a proxección externa do país”. En octubre se tomaría la decisión definitiva y en abril de 2007 se reanudarían las obras, acometiendo los dos edificios no comenzados y rebautizados como Casa Mundo (antes Novas Tecnoloxías) y Espazo Obradoiro (antes Teatro da Música). La previsión de la Consellería era que Casa Mundo se finalizase en 2010 y que Espazo Obradoiro podría dilatarse hasta el 2013. Después de abril de 2007 se realizarían también modificaciones en el edificio destinado a hemeroteca, que según las estimaciones podría estar acabado en enero de 2008.

El 29 de septiembre fue clausurado el foro organizado para recoger las propuestas del sector sobre el rediseño de A Cidade da Cultura sin que se hubiera tomado ninguna decisión concreta sobre la utilidad que se le iba a dar a un complejo en el que se habían invertido ya 388 millones de euros (LVDG, 30 de septiembre de 2006). Bugallo trató de justificar pobremente la decisión del bipartito de concluir el coloso que el Gobierno de Fraga gestó sin ninguna utilidad definida, un conjunto arquitectónico que, casi seis años después del inicio de su construcción, carecía aún de usos concretos, y que tenía obras comprometidas por el triple del coste estimado inicialmente. La conselleira presentó la apuesta de la Xunta por rematar el complejo como un “exercicio de responsabilidade”, ya que su gobierno no se había encontrado con un proyecto “en fase cero”, sino con casi 400 millones en obras licitadas. Es decir, la razón para seguir tirando el dinero es que ya se ha tirado demasiado como para no despilfarrarlo todo. “Non era o noso proxecto, pero temos unha responsabilidade nel e con esa responsabilidade actuamos”. La Xunta quería “converter un problema nunha oportunidade”. Y Bugallo, encima, tuvo el descaro de reprobar que se cuestionase lo que el propio bipartito admitía: las lagunas que persistían sobre el destino final de la obra. Para la conselleira, ese debate estaba “fóra da realidade”, porque entendía que tenía que haberse propiciado hacía seis años, cuando el Gobierno del PP había iniciado un proyecto que BNG y PSOE habían calificado como un “despilfarro de diñeiros públicos”. Ahora, la conselleira advertía de que «non nos imos deixar coartar» en su determinación de concluir ese proyecto. Para poner la guinda, Ánxela Bugallo confirmó que el complejo no quedaría acabado antes de 2012. No obstante, si la Xunta quería razones, por absurdas que fueran, para tratar de justifica A Cidade da Cultura, no iba a faltar quien se las proporcionase. El Museo do Pobo Galego emitió un informe en marzo de 2006 (LVDG, 9 de noviembre de 2006) en el que indicaba que el complejo debía servir para “romper con los tópicos y prácticas que caracterizaron el panorama institucional de la cultura”. Yo, al menos, no entiendo muy bien qué significa esto.

El 30 de julio de 2007 salió en La Voz de Galicia una noticia en la que se daba cuenta de irregularidades en la gestión de A Cidade. El Consello de Contas de Galicia revelaba numerosas deficiencias en la gestión del proyecto desde el mismo momento de la convocatoria del concurso internacional de ideas adjudicado a Peter Eisenman. Incidía en el fracaso del sistema de gestión que hasta el año 2002 dio libertad al equipo del arquitecto y en irregularidades en la financiación como que la Fundación da Cidade da Cultura “no tenía elaborado ninguno de los programas de actuación, inversiones y financiación” de los seis ejercicios desde su creación en el 2000 hasta el 2005, “a los que estaba legalmente obligada”. El informe formaba parte del trabajo de fiscalización de las cuentas autonómicas de 2004, pero incluía aspectos posteriores del proyecto del monte Gaiás. Constataba que de la estimación inicial del coste de las obras en 108,2 millones de euros se había pasado a 373 millones de euros una vez concluida la redacción de los proyectos. Todos los edificios acumulaban grandes incrementos de costes respecto a los cálculos del proyecto básico: la Biblioteca y la Hemeroteca, el 254,6 y el 164,8%, respectivamente; el Teatro de la Música (después Escenario Obradoiro), el 137,3%; el Museo de Galicia, el 112,1%; el Edificio de Nuevas Tecnologías (reconvertido a Centro de Arte Internacional), el 87%, y el edificio de servicios centrales, el 322,4%. Aludía también a los retrasos en los plazos de ejecución de las obras, que llegaban a los 40 y 30 meses, respectivamente, en los proyectos del Teatro de la Música y el edificio de Nuevas Tecnologías. Afirmaba que estas demoras no estaban justificadas en los informes y consideraba que podían deberse a la “falta de rigor en la planificación inicial del proyecto” y, por otra parte, a restricciones presupuestarias derivadas del aumento de los costes de ejecución.

Pero estos datos correspondían a la gestión del gobierno anterior, por lo que fue pedida una nueva comisión de investigación sobre A Cidade da Cultura con la cual Ánxela Bugallo estuvo conforme, defendiendo sin miedo la “gestión transparente” del bipartito en este proyecto (LVDG, 27 de agosto de 2007). Pero tanta seguridad a la fuerza tenía que resultar sospechosa, y desde luego no tardó en empezar el circo. El 29 de septiembre de 2007 el portavoz de Cultura del PP de G en la cámara gallega, Ignacio López-Chaves, acusó al PS de G y al BNG de tener amañada la comisión de investigación del Gaiás. Este diputado, en rueda de prensa, afirmó que “tanto los socialistas como los nacionalistas gallegos hicieron todo lo posible para que no se creara esta comisión, que propusimos nosotros”. Añadió que “primero se opusieron a esta comisión y ahora que está constituida intentan vaciarla de contenido, imponiendo el veto a las propuestas del PP de G, que lo único que pretenden es clarificar la gestión de las obras de la Cidade la Cultura». En este sentido dijo que en la reunión del día anterior de esta comisión, socialistas y nacionalistas “vetaron 7 de las 15 comparecencias propuestas por los populares y 22 de los 51 documentos solicitados por el PP de G”. López-Chaves manifestó que la negativa de los grupos parlamentarios que apoyan al Gobierno tenía por objetivo “impedir que se conozca la gestión realizada por el nuevo Ejecutivo gallego en este asunto”. Los populares gallegos criticaban el veto de los grupos socialista y nacionalista a que se aportasen a la comisión las facturas abonadas por la Fundación en los últimos años. López-Chaves relacionó esta negativa con “posibles tratos de favor a un hermano del conselleira de Industria, el nacionalista Fernando Blanco”. Para los del PP de G los vetos impuestos por el PS de G y BNG se justificaban por el “temor que tienen los socios del bipartito a que aflore la red clientelar creada por la titular de la Consellería de Cultura, la nacionalista Ánxela Bugallo, en torno a la Cidada da Cultura”.

Pero los avatares de esta comisión no iban a terminar ahí, sino que además iban a sembrar la discordia en las propias filas del bipartito. En una entrevista realizada al portavoz del BNG en el Congreso, Francisco Rodríguez (LVDG, 8 de enero de 2008), el político advertía la “contradición entre o que defende a Consellería de Cultura», gestionada polos nacionalistas, y “o que di Touriño”, y demandaba coherencia al PS de G para llevar a la Fiscalía los “síntomas delitivos” que percibió la comisión parlamentaria que investigó la gestión del proyecto. Pero por seguir sacando a la luz incoherencias en la propia obra, podemos observar una noticia del 10 de enero en la que se explicaba que la Consellería apenas había aplicado algunos de los consejos recibidos en el foro de debate organizado en 2006, y por los que se habían pagado decenas de miles de euros. Entre los consejos no aplicados tal vez el caso más grave sea el de las cláusulas octava y novena del informe, “Garantir a conexión coa cidade de Santiago” y 2establecer unha conexión eficiente cos principais puntos de acceso á capital”. En un dictamen elaborado por diputados nacionalistas y socialistas, la comisión del Pazo do Hórreo que había auditado la Fundación Cidade da Cultura revelaba que el programa de accesibilidad y movilidad de las instalaciones se hallaba aún en redacción. A fecha de 2008. ¿Recordamos cuando en 2001 Fraga había dicho que los accesos debían ser acabados antes que las obras?

Pero sigamos horrorizándonos, esta vez, con un fragmento de una entrevista a Xosé Sánchez Bugallo, que, con permiso, voy a citar literalmente (LVDG, 17 de febrero de 2008):

“Sánchez Bugallo non agacha que nin as cifras de custos nin os prazos que manexaba o Goberno de Manuel Fraga para o proxecto do Gaiás, que xa leva consumidos 400 millóns de euros, «en ningún momento me pareceron realistas».

-Vostede amparou na lealdade institucional a súa actuación no Padroado da Fundación da Cidade da Cultura. ¿Interese localista, tamén?

-A ningún alcalde se lle pode pedir que poña dificultades ao maior proxecto que se executa na súa cidade en toda a historia. (…)

-¿Aínda que o proxecto avanzara cara ao fiasco?

-Discrepo de que sexa un fiasco. Hai un desfase presupostario, pero mire (…). Agora, unha vez investidos 300 millóns de euros, non serei eu o que diga que hai que deixalo, non sería sensato. Non. Eu creo que hai que acabalo, e hai que asegurarse de que funcione ben. (…)

-¿Nalgún momento advertiu a Fraga ou aos conselleiros encargados do proxecto sobre os enormes desfases?

-[Cinco segundos de silencio reflexivo e un sorriso]. Eu non vou contestar esa pregunta.

-¿Onde está o proxecto de Estado para o Gaiás se non hai cartos?

-Terá que habelos. Estou convencido de que o presidente da Xunta e o do Goberno alcanzarán un compromiso para que o Estado xogue un rol. É un investimento para todos os galegos. Estamos obrigados a acertar e a facelo rendible. Se non, ninguén nos debe perdoar.

Las conclusiones que podemos sacar de estas palabras es que A Cidade da Cultura es un problema que fue permitido por no saber decir que no. No saber decir que no al proyecto, no tener valor de decirle a Fraga que estaba llevando a cabo una locura, no saber admitir que no hay dinero y negarse sistemáticamente a aceptar la realidad. Mientras tanto, las investigaciones continuaban, aunque no al ritmo que le hubiese gustado a la Fiscalía del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, que instó al Juzgado de Instrucción número 1 de Santiago a remitir toda la documentación de que dispusiera sobre el Gaiás a los expertos en delitos económicos encargados de las pruebas periciales (LVDG, 12 de abril de 2008). Asimismo, la acusación pública echaba en falta documentación que no había entregado la Fundación da Cidade da Cultura, por lo que pedía a la titular del juzgado compostelano que requiriese a dicha entidad su aportación. El juzgado había reabierto la investigación en enero tras haber archivado el caso provisionalmente. La investigación judicial sobrela Ciudad de la Cultura había arrancado en agosto del 2007, cuando la Fiscalía Superior de Galicia admitió a trámite una denuncia poco después de que el Consello de Contas hiciera público su informe.

Más golpes de timón se adivinaban (o no) en el horizonte. El 10 de julio de 2008 Ánxela Bugallo sorprendía a todo el mundo al presentar a los medios de comunicación el nuevo modelo de negocio para A Cidade, cuya adopción suponía anular y, de hecho, poner totalmente patas arriba, el esquema de gestión que ella misma había anunciado en el Parlamento 18 meses antes (LVDG, 9 de agosto de 2008). Pero volvamos a las irregularidades constructivas. El 19 de diciembre el gerente de la Fundación Cidade da Cultura admitió en el Parlamento que la Xunta había tomado la decisión de sustituir piedra gallega del complejo de Gaiás por roca importada de Minas Xerais, en Brasil, para las fachadas y cubiertas de los edificios. Ignacio López-Chaves le formuló una pregunta que él trató de evitar y no pudo, reconociendo finalmente la verdad. El grupo popular consideró contradictorio que Galicia poseyese una notable riqueza de piedra ornamental, con una industria asociada que genera elevados volúmenes de empleo e de facturación, y que la Xunta optase, sin embargo, por utilizar piedra importada. El gerente de A Cidade confesó también que el pago de este material se efectuaba a través de un modificado de los contratos de construcción de los edificios, es decir, el pago se repartía entre las partidas previstas para los distintos edificios y la adjudicación se llevó a cabo sin mediar convocatoria alguna de concurso público ni de publicidad. El responsable no quiso facilitar el nombre de las empresas ni de las canteras de las que se extraía la cuarcita, limitándose a decir que procedía del área de Ouro Preto.

Para finalizar el año, el 29 de noviembre La Voz recogía la noticia de que A Cidade da Cultura sería inaugurada en el año 2010, sin terminar. El Escenario Obradoiro y el Centro Internacional de Arte aún estarían en obras. Pérez Touriño aseguró, eso sí, que “hay programa, hay calendario y hay presupuesto” para el proyecto de A Cidade daCultura, y que “nada está dejado al albur o a la improvisación”. Pero al año siguiente, tras el regreso del PP a la Xunta, el nuevo conselleiro de Cultura, Robeto Varela, no parecía tan optimista. En una entrevista del 14 de mayo afirmaba que A Cidade había que plantearla “con un horizonte más lejano” y con “vocación internacional”, y anunció que la prioridad de su equipo era “darla a conocer a los gallegos”. Señaló que “a lo mejor, hay que pensar en el Xacobeo 2021”, pero matizó que no pretendía marcar esa fecha para poner el complejo del Gaiás en funcionamiento, sino que se trataba de “ser realista, pragmático, e ir acorde con los presupuestos”. “No puedo decir cuándo se va a acabar, ojalá sea antes del 2021, pero quiero decir que, si es necesario, hay que plantearlo de esa manera”, precisó. Quizás exagere un poco con la fecha (o no), pero de momento parece haber sido el más sensato, al menos, a la hora de hablar. En cualquier caso, para él no se trataría de frenar el proyecto, sino de lo contrario, “el problema es que no es querida por los gallegos, y no es querida porque no la conocen”. Por ello, señalaba que su departamento organizaría “desde ya” excursiones para visitar los edificios de Eisenman o exposiciones itinerantes, de modo que los gallegos “se sientan partícipes de su construcción” y “se involucren” en su creación. Toma ya, y cómo no vamos a ser partícipes e involucrarnos, si gran parte de eso lo estamos pagando nosotros. Y a continuación nos regala las mismas palabras que ya estamos hartos de oír: “No se trata de reunir a intelectuales, sino de escuchar a todo el mundo, porque la impresión que tengo es que la gente lo ve como algo que nadie quiere afrontar, y hay que afrontarlo. Es un tren que se puso a correr y no se puede parar ahora”. Lo de siempre, que “ahora ya es tarde”. Por no hablar de que su intención de “escuchar a todo el mundo” no deja de ser una vil mentira, porque si eso se hiciese, A Cidade se hubiese parado desde mucho antes, y esto lo veremos en el apartado de opiniones. Varela se equivocaba al afirmar que “cuando los gallegos participen de la Ciudad de la Cultura, la van a querer más”. Por otra parte la indefinición continuaba, pues el conselleiro no podía decir “en aquel momento” qué iba a hacer con cada uno de los edificios, afirmando, para incredulidad del lector, que “eso no es importante en este momento”, sino que “una vez que todos sepan qué es, podemos empezar a hablar de contenidos”. Genial, vamos a construir una cosa, y después de decidir cómo se llama será cuando decidamos para qué sirve. Las últimas dos perlas que nos regala Roberto Varela son las siguientes: sobre las dimensiones de la infraestructura cultural, consideró que “tiene una magnitud que está fuera de lo que podemos imaginar en este momento”, pero confiaba en que, si se plantea “como un proyecto a largo plazo”, lo que parecía “gigante” sería dentro de 20 años “totalmente armónico”, ya que las infraestructuras “van a mejorar” y el desarrollo económico será “cada vez mayor”. Concluyó que, en las crisis, a pesar de que “es verdad que se frenan muchas cosas”, siempre son “momentos buenos” para la creación y, de hecho, la cultura “es una forma de paliar la crisis, no sólo desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista emocional”.

2010 llegaba con la noticia de que el gobierno no iba a aportar más fondos para financiar A Cidade da Cultura (LVDG, 23 de junio), lo cual era lógico teniendo en cuenta la situación, pese a que el BNG protestaba alegando que la ayuda prestada hasta entonces había sido “ridícula”. Y para reciclar temas viejos, volvamos al tema de los accesos al Gaiás, que para el 13 de mayo todavía estaban sin terminar, y así lo recogía una noticia que ya he comentado antes, en la que Sánchez Bugallo supeditaba el éxito de A Cidade al teleférico y señalaba que la competencia del proyecto de la AP-9 era responsabilidad de la administración autonómica. El proyecto para la ampliación de la autopista ya estaba listoy  le tocaba asumirlo al Ministerio de Fomento, que lo ejecutaría en el momento en que se licitasen y adjudicasen las obras. La Xunta ahí estaría ahí libre de exigencias. Pero parece que había complicaciones tontas. Bugallo decía lo siguiente: “Está absolutamente claro que no 2003 a Xunta lle pediu autorización a Fomento para facer ese enlace. Non lle pidiu a Fomento que o fixera, senon so a autorización”. Y el Ministerio le había concedido el permiso, condicionado a que el ejecutivo gallego financiara el tercer carril de la AP-9. “Iso é unha tomadura de pelo. O terceiro carril ten que facelo Fomento e o enlace a Xunta”. Pero la administración autonómica no parecía estar por la labor y le encomendaba al estado esa papeleta. Y de ahí saltamos a la también ya citada noticia del 29 de mayo en la que se ponía sobre la mesa el tema del metro o el teleférico, y donde también se recogía lo siguiente: “Tampoco hay nada sobre el enlace de la AP-9, respecto al cual Bugallo refirió que no hay ningún elemento que haga pensar que el dinero del teleférico vaya a ser invertido en esa conexión y el Gaiás, cuyo coste alcanza los 11 millones de euros. Estas carencias «hipotecan gravemente o éxito da Cidade da Cultura».”.

El tema de la AP-9, el teleférico y el metro no dejaba de estar presente. Xosé López, secretario de Comunicación del PSOE de Santiago, criticó duramente la decisión de la Consellería de Cultura de paralizar varios edificios de la Cidade da Cultura y reclamó de la administración gallega que asumiese las conexiones de este recinto con la AP-9 y con la ciudad (LVDG, 10 de junio de 2010). También transmitió el malestar del Partido Socialista por la falta “de previsións con respecto ás estructuras de conexión con esta grande obra”. Dijo que, el gobierno central había cumplido su parte con los cuatro carriles de la AP-9, pero apuntó que ahora la Xunta de Galicia debía asumir la conexión. También debía tomar una decisión para unir el Gaiás con la ciudad. López consideraba que la propuesta del teleférico desde la nueva estación del ferrocarril y con Belvís era una excelente opción, ya que tenía un coste menor que el del metro ligero y un menor impacto ambiental. También criticó la decisión de la Consellería de Cultura de paralizar varios edificios, a lo cual también se hace mención en una noticia del 22 de julio, en la que se leía cómo Sánchez Bugallo se quejaba del aplazamiento del Teatro de la Música y el traslado al complejo cultural de una serie de servicios administrativos. Según señaló en Radio Voz, todo indicaba que el edificio de referencia de a Cidade da Cultura “queda aprazado sine die , é dicir, ata que finalice a crise, sen data de remate”. Por otra parte, el traslado de los servicios informáticos de la Xunta al Gaiás suscitaba preocupación en Raxoi porque refleja una tendencia que “empeza a convertir a Cidade da Cultura nun caixón de xastre, o que pode desnaturalizar o proxecto”. A su juicio, el Gaiás no está previsto para edificios administrativos: “Iso é un disparate”.

El 30 de octubre de 2010 se daba por fin una fecha que más tarde no tendría que ser rectificada: la Biblioteca y el Archivo iban a abrir en enero de 2011. Por fin se cumplió un plazo estipulado, aunque los titulares que acompañaron el primer mes de este año venían anunciando que había una importante cuestión que resolver todavía: “La Cidade da Cultura se abrirá con accesos secundarios por Fontiñas y Sar” (LVDG,  8 de enero), “La Cámara también exige la mejora urgente de los accesos a la Cidade da Cultura” (LVDG, 9 de enero) y “Las líneas C9, C5 y C6 conectarán el centro con la Cidade da Cultura” (LVDG, 11 de enero). Acompañados de un largo, encendido e interesante artículo de opinión sobre el mismo tema (LVDG, 16 de enero de 2011, “Altiva e incomunicada. Distintas vertientes de la autopista”), estos encabezados dejaban ver, una vez más, el fracaso en la planificación y organización de un proyecto que devora de forma masiva los recursos públicos de la autonomía gallega (y si nos fiamos de según qué fuentes, del estado) para no ofrecer más que controversia, incoherencias, fraudes y demás errores, mentiras, desastres y retrasos.

Para ir concluyendo este largo y al mismo tiempo breve trabajo (ya que la cantidad de información disponible es en realidad mucho mayor), y antes de pasar a repasar muy rápidamente algunos titulares de El País, El Mundo y ABC, voy a desarrollar el apartado de opinión, es decir, qué es lo que se dijo a favor y en contra de A Cidade da Cultura, quién lo dijo y en qué momento. Para empezar podríamos mencionar a la que era ministra de Cultura en el año 2000, Pilar del Castillo, la cual calificó el proyecto de “extraordinario” cuando le fue presentado, y que “imaginaba” que se integraría perfectamente en el paisaje compostelano (LVDG, 24 de julio de 2000). Claro, hay que tener en cuenta que lo que le mostraron fue un “psicodélico” vídeo y unos planos y maquetas que como esculturas eran maravillosas. De todas formas, la ministra también se dio el lujo de afirmar de Eisenman que era “uno de los grandes arquitectos del momento, cuyas obras son de referencia para la arquitectura moderna”. Sobre el proyecto tenía la idea de que “hay que apoyarlo todo lo que podamos, y puedo asegurar que en mí tiene una gran defensora. Los promotores de la idea de Fraga estaban haciendo, por otra parte, su trabajo. Un titular del 9 de agosto rezaba que la magna obra estaba siendo promocionada como el gran escaparate cultural de la Galicia del nuevo milenio.

Al principio a casi todo el mundo le parecía bien, lo cual es lógico. No había mucho conocimiento sobre lo que se iba a hacer, y una gran empresa cultural siempre agrada y convence, si no es un desastre. Los vecinos Viso  y Sar, por ejemplo, vinculaban las obras de A Cidade con la mejora de sus barrios. Demandaban que la construcción repercutiera en la mejora de la infraestructura viaria y los servicios de la zona, y mantenían el diálogo para ser compensados por las expropiaciones. Ya ellos consideraban necesario un acceso de la autopista para el nuevo complejo (LVDG, 3 de noviembre de 2000). Aznar, cómo no, mostró su total apoyo a Fraga, al igual que Jesús Pérez Varela, quien comentó que “La Cidade da Cultura representará para Galicia tanto o más de lo que puede representar para Bilbao el Guggenheim”. Tan eufórico estaba que protagonizó una anécdota un tanto incómoda, recordando la siguiente presunta cita de Eisenman: “El Guggenheim es un gran edificio del siglo pasado y éste será un proyecto del nuevo milenio”. Eisenman dudó algunos segundos y dijo “Creo que dije algo así” (LVDG, 20 de diciembre). El mismo arquitecto era bastante optimista respecto a su futura obra. Abundó en la idea de la utilidad del proyecto arquitectónico y dijo “Con esta arquitectura se puede recuperar dinero”. También afirmó que “es uno de los mejores [proyectos] que puede hacer un arquitecto” LVDG, 21 de diciembre).

No obstante, que a una persona no le parezca mal una cosa no quiere decir que le parezca prioritaria, y así lo explicaba una noticia del 6 de enero de 2001. Casi el 59% de los compostelanos consultados consideraba que existían otras prioridades para la ciudad más acuciantes que A Cidade da Cultura. Del BNG opinaban esto un 75%, los del PP, un 50%, y los del PS de G, un 61%. También se explicaba que A Cidade había suscitado un vivo debate en la política local. El proyecto tenía la firme adhesión de socialistas y populares mientras que en el BNG se habían producido discrepancias por el abierto rechazo desde los órganos nacionales de la organización y una aceptación en el ámbito municipal. Pero los vecinos del Sar, por cierto, que el año pasado tenían la esperanza de que el complejo de Gaiás trajese una mejora a sus vidas, veían ahora defraudadas sus expectativas. Se confesaban “desencantados” por el plan viario. Consideraban que las actuaciones previstas no mejoraban en lo sustancial la carencia de infraestructuras que históricamente padecía el barrio. Por su parte, los vecinos de Viso estaban preocupados por el impacto que la ejecución de las obras tendría sobre la vida del barrio y eran contrarios al paso de camiones pesados por la zona. El presidente de la entidad vecinal de Sar, Ramón Seoane, creía que el déficit viario del barrio podía incluso empeorar por aumentar los flujos de tráfico a través de la insuficiente calle de Sar (LVDG, 13 de febrero).

Xerardo Estévez, arquitecto gallego y antiguo político del PS de G-PSOE, redactó un artículo de opinión publicado en La Voz el 15 de febrero de 2001 en el cual daba su aprobación a la Cidade siempre y cuando el proceso se llevase a cabo de forma competente y alababa el trabajo de Eisenman, aunque ofreciendo alguna crítica. Pero hete aquí que llegamos al 18 de febrero y nos encontramos con una noticia que da muestra de un primer movimiento de oposición firme al proyecto. Una veintena de jóvenes, convocados por la Asamblea Popular de la Comarca de Compostela (APC), subieron el 17 de febrero al monte Gaiás y al Viso para comprobar “in situ” la zona que ocuparía el complejo. Durante el recorrido por ambos montes, los jóvenes prestaron especial atención a los aspectos ecológicos, sociales y económicos de la zona. La APC considera que A Cidade da Cultura no es prioritaria y calificaron el proyecto como la “construcción dun megalómano”. Y ocho meses después del inicio de las obras encontramos un titular como mínimo sorprendente: “Fracasa el intento de sabotaje en las obras de la futura Cidade da Cultura de Galicia”. Diecisiete artefactos incendiarios habían sido colocados en camiones de la empresa Fergo Galicia, y de no haber sido interceptados habrían detonado. Pese a que en principio nadie reclamó la autoría, es probable que fuese obra de algún grupo radical opuesto a la edificación del complejo. Al menos, da que pensar.

A Cidade da Cultura continuaba su andanza, a estas alturas ya internacional. Si en 2001 había despertado interés en Nueva York, en 2002 lo hacía en la Bienal de Arquitectura de Venecia. El director de la misma, Deyan Sudjic, calificó la obra de “referencia” para la arquitectura internacional. Éste recordó que cuando había conocido el proyecto se había sentido “profundamente atraído por sus formas” y había decido invitar a la Xunta a participar en esta edición de la Bienal dentro del apartado de Spettacolo (LVDG, 8 de octubre de 2002). Además de esto, Pérez Varela recogió el mismo 8 de octubre de un premio otorgado por el certamen Barcelona Meeting Point a la Cidade da Cultura como mejor proyecto inmobiliario nacional del 2002. A este galardón se sumaba el reconocimiento de la revista especializada Arquitecture, editada en Estados Unidos. El proyecto, en fin, se encontraba en la fase de felicidad, sonrisas y premios. A la Cidade ya se la denominaba “la catedral gallega del tercer milenio” (LVDG, 21 de noviembre de 2002). Andrés Perea, que se había sumado al equipo de Peter Eisenman, declaró que A Cidade era una obra de “dificultad media” (con un par de narices) y afirmaba que el proyecto básico que esaba entregando Peter Eisenman facilitaría las cosas porque, en su opinión, además de mejorar la propuesta inicial, “está perfectamente claro y es muy congruente”. “El proyecto es espléndido y será intocable, a no ser que surja alguna necesidad nueva”, explicaba Perea, quien se confesaba encantado de trabajar junto a Eisenman. “Si no fuera el proyecto de Eisenman, no me hubiera encorporado a esta iniciativa”, aseguraba. Además de un reto, le atraía la “fascinación que supone esta arquitectura inédita que hay que investigar” (LVDG, 21 de noviembre de 2002). Es casi hilarante contemplar desde el futuro lo gratuitos que eran los comentarios en los momentos en los que todo iba más o menos bien, porque si bien, recordemos, ya había retrasos en las obras, todavía eran males menores y no se habían destapado las cajas de Pandora. Por otra parte, no deja también de ser gracioso un comentario más de Andrés Perea sobre Eisenman, que, de forma indirecta, no deja en muy buen lugar al arquitecto: “é un señor enormemente peculiar, aparte de ser un xenio, máis da crítica e do ensino que da propia arquitectura” (LVDG 26 de julio de 2008).

El PS de G no se oponía a la Cidade. El 12 de diciembre este partido ratificaba su apoyo decidido al proyecto. El secretario de Organización de los socialistas gallegos, Antón Louro, explicó que la propuesta de Pérez Touriño realizada durante la moción de censura debatida hacía algunos días en el Parlamento no implicaba la paralización de las obras: “Ni mucho menos. Hablamos de la reprogramación de un proyecto de gran dimensión que, en caso de necesidad, podría variar sus plazos”. El PS de G no veía descabellado que el calendario se ampliase tres o cuatro años y no creían que esta decisión comprometiese su desarrollo, al que habían otorgado el visto bueno, pero pedían que la Xunta fuese austera (LVDG, 13 de diciembre). El BNG tampoco estaba dispuesto por estas fechas a que este debate abriese una crisis en el gobierno local. Néstor Rego declaró que la opinión de Encarna Otero (que recordemos había pedido desviar los fondos de A Cidade para la limpieza del desastre del Prestige, lo cual era de sentido común) era personal y que para él cuestionar el proyecto del Gaiás era un error que perjudicaría doblemente a los gallegos, pues la financiación para la catástrofe debía proceder de los responsables del cataclismo ecológico. Según la noticia, los colectivos ciudadanos y los empresarios de Santiago se alinearon con las tesis de que A Cidade da Cultura deberá convertirse en el motor turístico y cultural de Galicia.

Néstor Rego, precisamente, en una entrevista publicada el 23 de abril de 2003, respondía a una pregunta sobre A Cidade da Cultura de una forma muy habitual, según lo que hemos visto: su actitud hacia el proyecto era crítica, y de sus palabras se desprendía que no estaba del todo de acuerdo con la forma de llevarlo, pero “agora que o proxecto está en marcha, Compostela debe aproveitar o existente buscando conformar ese proxecto que sexa capaz de dinamizar o enorme potencial cultural que existe en Galicia”, y aprovechó para decir que “Para iso, loxicamente, hai que cambiar o Goberno da Xunta, porque só o Bloque Nacionalista Galego pode facelo”. Propaganda y chulería que no falten. El 28 de mayo de 2003 se publicaba una opinión que incidía en la cuestión de la AP-9: “Una ciudad, como la de la Cultura, debería estar perfectamente comunicada por todos los sitios posibles. Aunque el vial que permitirá una salida a la A-9 pueda considerarse suficiente, no parece que una calle bajando el monte para terminar en la pista que pasa ante el multiusos de Sar sea la mejor conexión con el resto de Santiago. ¿Qué puede suponer, en medio de tantos millones, unos pocos más para construir un vial que mejore las conexiones de la mayor inversión cultural de Galicia?”. El 28 de junio el periódico entrevistaba a Mercedes Aldrei, una vecina de Mazorros, en Aríns, O Eixo. A la pregunta “¿Cre que obras como a Cidade da Cultura poden revitalizar áreas rurais?” respondió “Non está na miña zona en Aríns. Pero por experiencia penso que as grandes obras traen problemas máis que solucións. Os camións que van para alá están a estropear as pistas sen que ninguén as arranxe. Eu non me opoño ás grandes inversións, parécenme ben: pero hai que prever estas pequenas cousas que entorpecen e molestan á xente. ¿Por que temos que aguantar as pistas desfeitas durante dous anos?”. Juan de Silva, hostelero, decía que A Cidade era “un gran proyecto” pero que iba a depender “del contenido que le diesen”, ése contenido que nunca llegaba (LVDG, 8 de noviembre de 2003).

El 2003 nos dejaba con la noticia de que los vecinos de la calzada de Sar iniciaban un proceso de recogida de firmas para protestar por la situación que padecía la zona a consecuencia de las obras de A Cidade da Cultura. El barrio se encontraba anegado por las enlodadas aguas que bajaban del monte. Ante la penosa realidad provocada por los trabajos, la Xunta había abierto unas enormes zanjas a fin de intentar canalizar el agua, pero no se había resuelto nada y los vecinos se manifestaban muy cabreados. El agua seguía bajando y buscando sitio por diversos pasadizos para inundar de barro la zona. “¿Como é posible que se inicie unha obra no cumio do monte sen ter rpevisto de antemán a canalización das súas aguas”, decían numerosos vecinos. Por otra parte, el trabajo de las máquinas encima de la calzada y de las casas provocaba temor a un desprendimiento de tierras. Dos vecinos de 80 años, Carme y Jesús, “viven atemorizados. Dende que as máquinas se achegaron ó camiño, na súa casa non deixan de tremer”. Los barrenos utilizados en las obras eran otro motivo de preocupación para los habitantes de la calzada. Las vibraciones provocaban angustia y en alguna casa se habían observado las huellas del efecto de los explosivos,  Un portavoz de los vecinos señalaba que las firmas serían entregadas en la Xunta y el Ayuntamiento. A partir de ahí, no descartaban la adopción de medidas más contundentes si no observaban avances en la resolución del problema (LVDG, 20 de diciembre de 2003).

Pero no nos privemos, por favor, de dar una visión optimista sobre A Cidade da Cultura, y para ello, nada mejor que volver a leer algún comentario de Xosé Sánchez Bugallo, el cual consideraba escasa la dotación para los edificios principales. No cuestionaba la cuantía global para el conjunto de la obra en aquel momento (55 millones), pero mostraba su preocupación por la “limitada asignación” para el edificio de Novas Tecnoloxías (500.000 euros) y el Teatro de la Música (un millón), una monstruosidad sin sentido ninguno que se supone que debe ser (cuando lo acaben) el edificio emblemático de A Cidade. Para Bugallo la “esencia” de a Cidade da Cultura dependería de ambos edificios, y entendía que el presupuesto de 2005 podría recogerlos con una cantidad superior. “Fáltalle un cero” por la derecha, tenía el lujo de decir el alcalde. Porque aunque los edificios no salgan gratis, hablar sí que lo es. En fin. Eduardo Gutiérrez, desde el BNG, calificaba el proyecto como propio de la “corte del Faraón” (LVDG, 11 de marzo de 2005), afirmaba que podía llegar a duplicar su coste inicial y cuestionaba la posibilidad de llevar a cabo esta obra en función de su utilidad posterior. Finalmente dijo que era necesario plantearse la financiación de A Cidade da Cultura, porque “a lo mejor es preciso desviar el objetivo inicial”. Pero tras la cortina de otro gobierno, como siempre, las cosas se ven diferentes. A 25 de octubre de 2005 eran el PS de G-PSOE y el BNG los que estaban llevando adelante A Cidade, y Javier López-Chaves no dejó de recordarles que “Hai uns anos, o Bloque dicía non á Cidade da Cultura (...) como dixo non á autopista do Atlántico”, y que ahora Ánxela Bugallo (que acababa de criticar la anterior labor del PP, recordemos) la calificaba de “ambicioso proxecto”. Francisco Cerviño y Paz Antón salieron en defensa de la conselleira poniendo el acento en el “pufo” dejado por el PP y acusando a este partido de realizar las últimas adjudicaciones de forma apresurada para “pechar” toda reconsideración del proyecto. De igual modo, Bugallo se quejó también de que hasta la fecha no había un estudio serio sobre los costes de mantenimiento.

La opinión pública, sin embargo, parecía estar muy de acuerdo en este tema, al menos según este periódico. El 26 de octubre de 2005 la Voz Publicó algunos resultados de una encuesta en la que se preguntaba “¿Cree que se debe concluir la Cidade da Cultura?”. De diecisiete respuestas, once se inclinaban claramente por el “no”, algunas de ellas incluso opinando que debería ser puesta en venta, y con una posición muy crítica hacia el complejo del Gaiás. Seis respuestas eran afirmativas, y además dos de ellas eran matizadas, argumentando que debería acabarse porque se empezó, cosa que nunca debió hacerse, y que lo que queda por construir debería planificarse de forma competente para no seguir despilfarrando. Siguiendo en esta línea, es curiosa la noticia que nos encontramos el 9 de febrero de 2006. Sólo el 25,7% de los encuestados por Sondaxe suscribían la idea de que el colosal proyecto compostelano era “un derroche absurdo de fondos públicos”. En el mejor de los casos, los entrevistados pensaban que la obra era útil, pero que debía dotarse de contenido. Así opinaba el 24,1%. El escepticismo predominaba entre los electores del BNG. El 44,4% de los que colaboraron en la encuesta definían A Cidade da Cultura como un derroche, una crítica que sólo secundaban el 13,7% de los votantes del PP y el 28,7% de los del PSOE. Con todo, otra conclusión significativa que subyacía en el trabajo de Sondaxe era el elevado grado de desconocimiento que la sociedad gallega tenía del proyecto. El 40% de las 1.200 personas a las que se les preguntó por a Cidade da Cultura ignoraban de qué se trata. Otro 8,7% manifestó carecer de una opinión formada al respecto. El mayor porcentaje de desconocimiento se daba entre los que habían votado al PP en los comicios de junio (48,3%), mientras que los que se mostraban más al tanto del complejo eran los votantes del Bloque.

El proyecto, en fin, tenía que avanzar de alguna forma, así que necesitaba mantener sus apoyos y conseguir más respaldo. Para eso estaban organismos como el Museo do Pobo galego, el cual apoyó el complejo del Gaiás con el informe que mencioné hace ya unas cuantas páginas, aquél que decía que A Cidade debía ser el referente que visualizase la nueva política cultural que se pretendía para Galicia, “rachando cos tópicos e prácticas que caracterizaron o panorama institucional da cultura”. La comisión que elaboró el informe concluía que A Cidade da Cultura, denominación con la que discrepaban abiertamente, debía  funcionar como “cabeceira do sistema galego de política cultural”, como “espazo de transferencia” de conocimientos, de las artes y de la tecnología, de “escaparate do futuro” para Galicia y como “elemento integrado” en el desarrollo urbano de Santiago, considerando que su construcción supone “unha intervención urbanística sen precedentes en Compostela”. Veían cuatro cuestiones fundamentales que había que superar, empezando por el concepto de una Galicia “illada e ensimismada”, para pensarla en relación con el mundo actual, y siguiendo con la superación del concepto de “identidade de pasado, por inadecuado, para pensar a Galicia de hoxe”; con el de “cultura como espectáculo”, para recuperar su carácter emancipador, y con el de “cultura sectorial e descontextualizada”. Un montón de palabrería cursi y sin sentido que sirve para quedar muy bien pero que no viene a decir nada (LVDG, 20 de marzo de 2006).

Creo que no hará falta recordar que Ánxela Bugallo se había convertido en una vehemente defensora de A Cidade. En su opinión el proyecto era “irreversible” y “hai que transformalo nun sinal de identidade de Galicia e aproveitalo para a proxección externa do país” (LVDG, 30 de mayo de 2006). Hacía falta un poco de realidad, y ésta vendrían a traérnosla desde fuera. Un periódico alemán, el Süddeutshe Zeitung, dedicó una página completa al controvertido proyecto en su edición del 7 de julio de 2006 (LVDG, 29 de julio). El autor, Merten Worthmann, ironizaba en todo momento con la utilidad del complejo cultural: “Increíblemente, la entrada a las obras es la única parte de la Ciudad de la Cultura que semeja indiscutiblemente útil”. La noticia llevaba como título “La ambición es una obra”, y llevaba el siguiente subtítulo: “Demasiado cara, demasiado grande y demasiado falta de contenido: en Galicia se erige una ciudad de la cultura siguiendo un proyecto de Peter Eisenman”. El periodista alemán calificaba la obra de “faraónica” y “de nombre rimbombante”. El periodista pasaba de puntillas por el sueño de Manuel Fraga de construir un referente cultural que le sobreviviese y que define como «el legado faraónico de un político anciano». Asimismo, se mostraba muy crítico con la planificación de los contenidos. “Desde el principio había allí mucho espacio para la obra, pero no muchos planes para ella. La Cidade da Cultura debía ser por encima de todo una cosa: grande”. También incidía en las contradicciones que tenía que afrontar el bipartito para dar contenido a un proyecto heredado que se terminaría en el horizonte del 2014. A este respecto recogía unas declaraciones de Francisco Carracedo, director gerente de la fundación que gestionaba el complejo: “Si pudiésemos volver a empezar desde el principio y tuviéramos simplemente la elección entre sí o no, entonces nos hubiésemos decidido con total seguridad en contra”. La conselleira Ánxela Bugallo, también entrevistada, dijo “Menos mal que el proyecto llegó a nuestras manos a tiempo». Seguro que Worthmann no se lo podía creer.

Echemos ahora un ojo al mundo intelectual. Xulián Maure Rivas, un académico de nivel, mostró en un artículo de La Voz su opinión sobre A Cidade. Por sus palabras se puede deducir que no estaba en contra de la idea en sí, de la intención de la empresa, pero deja muy claro que era un proyecto muy difícil de manejar y que la competencia de los que trataron de llevarlo a cabo no era suficiente. Como muestra, algunas de sus palabras: “Galicia non pode dar vida cos seus presupostos a un mastodonte que precisa non só dun bo orzamento, senón tamén de persoal moi cualificado” (LVDG, 28 de septiembre de 2006). Siguiendo con académicos importantes, José Carlos Bermejo Barrera, profesor de la Universidad de Santiago, declaró que “Eu a Cidade da Cultura defínoa coma o chalé de indiano máis monstruoso que se fixo en Galicia” (LVDG, 7 de abril de 2007), y redactó un vehemente e incendiario artículo publicado el 16 de septiembre cuyo título es bastante revelador: “Por que debe porse en venda a Cidade da Cultura”. En este artículo denuncia los aires de grandeza de Fraga, que se comparaba con Felipe II o Luis XIV, y que como tales quería dejar una obra inmensa y espectacular a su partida, denuncia la indefinición del proyecto, la mala financiación, las comisiones organizadas que no sirvieron de nada, la permisión de que el proyecto siguiese adelante pese a las críticas recibidas y dos “complejos freudianos” que arrastra Santiago, el del peregrino y el de la gallina de los huevos de oro. Su razonamiento es que en vez de despilfarrar millones y millones sin ningún sentido, habría que privatizar A Cidade para conseguir de una vez que genere beneficio en lugar de generar gasto (LVDG, 16 de septiembre de 2007).

Opiniones como la de Bermejo no son únicas. En otro artículo, fechado el 9 de agosto, la escritora Inma López Silva decía que en el Gaiás podría ponerse la Xunta, o dinamitarlo. Para ella, lo mejor quizás sería hacer un gigantesco parking. Solucionamos problemas económicos y encontramos sitio para dejar el coche al mismo tiempo. Más útil para la santiaguesa que aquello para lo que en aquel momento servía A Cidade… para nada. Más opiniones ciudadanas eran críticas con los trabajos del Gaiás. A finales de agosto se constituía la plataforma “Cultura sí, Mausoleo non” para denunciar el “derroche inxustificado” que suponía A Cidade da Cultura (LVDG, 7 de septiembre de 2007). Esta sociedad consiguió diversos apoyos en las provincias gallegas ya que uno de los objetivos que planteaban es que el dinero del Gaiás se invirtiese en dotaciones culturales para toda Galicia. Pedían que se paralizasen las obras, que no se gastase más dinero y que A Cidade fuese utilizada en su estado actual para otro tipo de actividad. También acusaron a Anxo Quintana, el 21 de diciembre de 2007, de de realizar el “sueño” del ex presidente Manuel Fraga, al proseguir el proyecto, y afirmaban que el interés que tenía el BNG era “colocar a la gente que está en su órbita en cargos de la Cidade da Cultura, donde se crearán seis puestos de directores generales, cada uno de ellos contará con un coche, un chófer, una secretaria y serán nombrados a dedo, por amiguismo político y para pagar favores”, además de que la Comisión de Investigación sobre A Cidade “sólo ha servido para el bombo y boato de los políticos y ha sido una pérdida de tiempo”.

Pero lo mejor llega el 9 de septiembre, cuando La Voz publicaba una noticia fantástica para un trabajo como éste, ya que consistía en una recopilación de citas de diversos políticos sobre A Cidade da Cultura, bajo el título de “De obra «enriquecedora» a fracaso «a rendibilizar»”. Me tomo la libertad de copiar algunas de ellas:

“¿É malo ou é bo facer unha Cidade da Cultura que eleve a autoestima dun pobo que leva traballando arreo un século, outro século, outro século, e que sempre parece que é o pobre da excursión, que vai na cola de España? ¿Temos a obriga de sacar peito algunha vez? Eu creo que si”. Jesús Pérez Varela, PP, 2005.

“Nós seguimos crendo que a Cidade da Cultura é a pirámide de Keops”. Xosé Manuel Beiras, BNG, 2003.

“Nunha recente reportaxe sobre as obras faraónicas de Ramsés o Grande, dicía un arqueólogo que aquilo fora o primeiro e máis colosal programa de propaganda ideolóxica do poder na historia das civilizacións humanas. Claro que daquela aínda non existían os mass media modernos. Con todo, non está de máis facer tamén aquí algo impactante no compostelán monte Gaiás; e só poden preguntarse se esa obra ten un destino ou para que vai servir aos cidadáns que non viron a reportaxe de Ramsés». Dolores Villarino, PSOE, 2004.

Só o que levan destinado á Cidade da Cultura de Santiago -dicir destinado é demasiado fino, habería que dicir enterrado na Cidade da Cultura de Santiago, isto si que é literal, porque o teñen enterrado vostedes, nunha actuación que non saben nin para que vai servir nin o que van facer nela- nos dous últimos anos é case o 30% do endebedamento que presentan a 3 anos vista». Antón Louro, PSOE, 2003.

“Sinalamos a nosa preocupación ante o feito de que a Cidade da Cultura termine sendo [...] un grande contedor sen contidos”. Dolores Villarino, PSOE, 2005.

“Todo isto podería parecer unha broma se non fose porque na Cidade da Cultura se levan enterrados máis de 30.000 millóns das antigas pesetas, unha cantidade nada desprezable, ¿verdade?, se temos en conta que con eses 30.000 millóns das antigas pesetas en Galicia nos últimos anos se puideron mellorar os centros educativos e se puido levar a cabo unha política cultural moitísimo máis potente”. Emilio Pérez Touriño, PSOE, 2002.

“Propoño e plantexo a revisión inmediata do proxecto da Cidade da Cultura, para o seu reaxuste e para a súa reprogramación. Non podemos permitirnos hoxe, hoxe menos que nunca, o dispendio de máis de 360 millóns de euros no que comeza a ser un dos maiores desaguisados e fracasos da xestión do Goberno Fraga [...], nun auténtico desvarío, nun dos sinsentidos da época do señor Fraga”. Emilio Pérez Touriño, PSOE, 2006.

“O noso obxectivo, o meu, como conselleira, é poder converter a Cidade da Cultura en algo útil para toda a sociedade galega, rendibilizar ese gran investimento público. Traballamos [...] para facer deste complexo arquitectónico un referente internacional e unha plataforma de posicionamento de Galicia na industria cultural”. Ánxela Bugallo, BNG, 2006.

Qué bonita contradicción es rajar de un edificio hasta que pasas a administrarlo tú y en vez de acabar con tal insensatez sigues rajando de él, echándole la culpa al gobierno anterior y prometiendo que, eso sí, tú vas a conseguir que sirva para algo. En fin, para que los políticos no se apoyasen únicamente a sí mismos, la Federación Galega de Municipios e Provincias apoyó a la Cidade, afirmando que “el uso cultural del complejo de la Cidade da Cultura es el que le da sentido al proyecto y debe mantenerse para que sea un motor de desarrollo para Galicia”. Consideraban “fundamental” el apoyo a la concepción del proyecto que tenía como objetivo lograr que la comunidad “se consolide como gran destino turístico internacional” (LVDG, 17 de septiembre de 2007). Pero quizás para un asunto que va de arquitectura sea más fiable consultar la opinión de un experto. Es por eso que vienen bien las palabras de Manel Somoza, arquitecto, entrevistado el 13 de octubre de, que opinaba que la obra era “Desproporción. Desproporción de encargo, de proxecto, económica. Desproporción a todos os niveis. Perdeuse a proporción das cousas”, y que “De momento, non saben que facer con ela. Unha obra de arquitectura ten que ser coherente, desde que nace o proxecto ata que se acaba”.

Ideas aparte son las de aquéllas personas que valoran más la importancia de tener un símbolo, por grotesco, absurdo y caro que sea, a la posibilidad de permanecer en una sana insignificancia o segundo plano, personas como Francisco Rodríguez, que en una entrevista del  8 de enero de 2008 respondía de esta manera a la pregunta “Non comparten a conversión do Gaiás nun proxecto de Estado, un compromiso asumido por Zapatero con Touriño que ata agora non ten tido tradución orzamentaria ningunha nas contas xerais”: “Espero que non sexa un proxecto de Estado. Se se asume a Cidade da Cultura como proxecto de Estado, será un instrumento ao servizo da cultura española e non da galega. A Cidade da Cultura debe ser un depósito da memoria histórica do país, dende a prehistoria ata hoxe. As obras de Castelao, Colmeiro, Maside ou Lugrís teñen que estar expostas e ao alcance de todos. Ademais, nese concepto de proxecto de Estado estamos a falar de compromisos unilaterais que non se sustentan en partidas orzamentarias nos Presupostos Xerais do Estado. A financiación deste proxecto está recaendo sobre os Orzamentos galegos”. Pasando por alto el hecho históricamente discutible de una Galicia en la Prehistoria, uno casi podría decir que este hombre está un poco obsesionado con el nacionalismo gallego.

A Touriño, pese a sus iniciales comentarios críticos contra el proyecto del Gaiás, tampoco le faltaban ganas de alabar la Cidade da Cultura cuando estaba bajo su mano. En palabras del ahora ex presidente de la Xunta, A Cidade debía convertirse para Galicia en una “posibilidad de apertura al mundo” y “una ocasión para que el mundo mire a Galicia”. El proyecto sería “una apuesta por la inserción de Galicia en la primera fila de la modernidad y el abandono de la periferia”. El mismo día que hizo estas declaraciones, Ánxela Bugallo no pudo ser menos, e indicó que el complejo“está llamado a ser un referente en la cultura internacional”. El presidente del nuevo patronato de la Fundación Gaiás, Juan Manuel Urgoiti, apostó por convertir la Ciudad de la Cultura en un referente internacional, indicó que la respuesta de los empresarios gallegos al proyecto fue unánime, “convencidos de que es un proyecto con enorme trascendencia y de que socialmente va a ser un proyecto de enorme magnitud” y calificó de calificó de “impresionante” el conjunto de edificios de a Cidade da Cultura, “una arquitectura valiente, audaz y rompedora”, y agregó que “para vender la Ciudad de la Cultura, hay que visitarla” (LVDG, 29 de diciembre de 2008).

A 9 de enero de 2009, y con las elecciones, como quien dice, a la vuelta de la esquina, la pregunta que no podía faltar en las entrevistas a políticos era la tocante al complejo de Gaiás. Néstor Rego, candidato do BNG, le echaba morro y afirmaba lo siguiente: “A Cidade da Cultura precisou da chegada do BNG ó goberno da Xunta para ver que se tivese elaborado un proxecto cultural que entronca coas necesidades do sistema cultural galego e que promova o desenvolvemento da producción propia, da difusión desa producción, ao tempo que facilite o diálogo con outras culturas. Agora restan desenvolver íntegramente ese proxecto e poñer os mecanismos para a perfecta inserción da Cidade da Cultura na cidade de Santiago, tanto dende o punto de vista físico como cultural. Desde o concello e en permanente colaboración coa Consellería de Cultura e os axentes culturais da cidade, desenvolveremos as estratexias necesarias para conseguilo”. Gerardo Conde Roa, del PP comentaba de esta manera sus propuestas para el proyecto: “Desde luego, terminala canto antes e reivindicar da Xunta de Galicia e con todas as miñas forzas a construcción do Teatro da Ópera. Sen iso a Cidade da Cultura queda seriamente mutilada. Ademais a conectaremos co centro da cidade para que non existan barreiras arquitectónicas que impidan a comunicación. Por último, na súa recente visita a Santiago, o presidente do PP, Rajoy, deixou claro que para el a Cidade da Cultura contaría con todo o seu apoio como proxecto de Estado”. Ambas posturas conciliadoras con la empresa, pendientes de a quién le iba a tocar defenderla. La papeleta iba a premiar al PP, así que el nuevo conselleiro, Roberto Varela, pudo dedicarse a dedicarle piropos sin pudor: “es la niña de mis ojos”, “la única salida de la Cidade da Cultura es hacia delante, es un tren que se puso a correr y no se puede parar ahora”. “La anterior Xunta recibió la Cidade da Cultura como una patata caliente, yo no, es demasiado tarde para recibirla así, yo la recibo como un reto y es lo que más me ilusiona”. “Se trata de un proyecto muy grande, pero a lo mejor dentro de 20 años no lo es tanto, está pensado para el futuro». “Es sostenible y factible, porque es un centro de Galicia, no de Santiago, al que no dejarán de acudir desde Vigo, A Coruña, Lugo o Ourense, igual que los que viven en Queen's van a la ópera en Manhattan aunque el Metropolitan esté a más de una hora”. La comparación no tiene desperdicio.

Pero volvamos una vez más al mundo de la intelectualidad gallega, para ver qué opinaban este año de la sangría arquitectónica del Gaiás. Juan J. Moralejo, escritor, firmaba un artículo del 8 de septiembre en el que criticaba duramente el “agujero negro” de A Cidade da Cultura, “la más alta carallada que vieron los siglos”, y le declara un rotundo “¡Nunca máis!”. A este descontento se sumaban otros tantos protagonistas del mundo cultural gallego tales como el escritor Agustín Fernández Paz, el actor Luís Iglesia, el pintor Manuel Quintana Martelo, la acgtriz Mabel Rivera, el escritor Bieito Iglesias y la artista Carme Nogueira (LVDG, 13 de septiembre de 2009). Las compañías de teatro gallego reclamaban también que se redujese el desorbitado presupuesto de A Cidade da Cultura y se invirtiese parte de él en el sector escénico (6 de noviembre de 2010).

Volviendo al plano de la política en este partido de tenis, podemos citar las palabras de Pérez Bouza, senador del BNG, que admitía (LVDG, 23 de junio de 2010) que su partido había criticado en su día la “desafortunada decisión” del entonces presidente  Manuel Fraga, de poner en marcha una infraestructura que “no respetaba las necesidades culturales de Galicia”. Pero añadió que en aquel momento “es preciso terminarlo cuanto antes y poder sacarle partido tanto desde la perspectiva cultural como de la atracción turística”. Xosé López, secretario de Comunicación del PSOE de Santiago, dijo que no terminar A Cidade da Cultura “é inxustificable”, ya que se trataba “dun motor de Galicia” y estaba al 60% de la ejecución (LVDG, 16 de junio de 2010). Y saltando de nuevo a la opinión pública,  Xosé Manuel Olveira A Cidade da Cultura le desasosegaba: “A impresión que me da é que non debeu nacer, porque Galicia non pode asumir iso” (LVDG, 8 de mayo de 2010), y a lo largo de 2011 diversas noticias de opinión dejaban claro que había personas que se sentían indignadas con el proyecto de Eisenman y la Xunta y/o con su forma de llevarlo a cabo(LVDG, 5 de enero de 2011, 16 de enero de 2011 y 30 de octubre de 2011). Y para concluir, nada puede resumir mejor la intención política actual sobre A Cidade da Cultura que las frases de su enamorado, Roberto Varela, que se muestra en la línea de los últimos años: “Sempre fun partidario de actuar según as circunstancias e hoxe no son as apropiadas para continuar co proxecto. Temos que querer o que temos; calquera outra alternativa non é viable; a súa destrución non é viable, a súa reconversión noutra cousa non é viable. Debemos seguir sendo pragmáticos, gardar o que temos e deixar o que falta para o futuro, para cando as circunstancias sexan máis favorables. É unha xoia arquitectónica que pode ter moito valor para Galicia. Temos que querela, que acadar un consenso arredor de algo que non ten volta atrás. O continente é bo e é unha obra que merece ser visitada. No podemos deixar que morra e se converta no símbolo dun fracaso, senón dun éxito, aínda que sexa a longo prazo”.

Concluída la agotadora labor de ordenar la información extraída de La Voz de Galicia, me dispongo, tal y como dije, a confrontar estos datos con los que me ofrecen El País, El Mundo y ABC, no tanto para aportar más información (que ya hay de sobra) como para comprobar qué tratamiento se da en estos periódicos, que tendrán su propio punto de vista, al tema de A Cidade da Cultura, y así juzgar si La Voz era un diario adecuado para dar forma a mi trabajo, o si por el contrario, hay alguno de los demás que no me convence del todo.

En ABC lo primero que llama la atención es que apenas se ven noticias que traten sobre alguno de los temas que he desarrollado aquí. Por lo general los titulares anuncian eventos culturales o de similar índole que se celebran en el complejo del Gaiás, pero no hacen referencia a las obras, a la polémica o al presupuesto. El primer encabezado que podría apuntar en ese sentido es un poco decepcionante, pues por algún tipo de fallo informático no conduce a ninguna noticia. No obstante, se puede leer que es una noticia del 30 de junio de 2003, y que dice lo siguiente: “O presuposto das obras da Cidade da Cultura sobrepasa xa os 18,7 millóns”, y subtitulaba “As obras da Cidade da Cultura marchan a bo ritmo. Desta forma, só quedará para o vindeiro ano o comezo da construcción do teatro da música, o edificio de servizos e a segunda fase da urbanización e aparcamento”. Teniendo en cuenta el retraso crónico que sufrían las obras del proyecto desde su primer año, la noticia no ofrece mucha confianza. Tras escarbar un rato sale a la luz una noticia de 22 de octubre de 2007 en la que se anuncia la comparecencia de los arquitectos Wilfried Wang y Eisenman ante la comisión de investigación formada para investigar la actuación en la empresa del anterior gobierno gallego. Noticias de 2006 informaban sobre la puesta en marcha de nuevo de las obras paralizadas por el bipartito y el foro convocado para redefinir el proyecto. Una noticia del 27 de junio de 2012 hablaba sobre la posibilidad del teleférico para subir al Gaiás.

Es interesante reseñar una noticia del 13 de septiembre en la que se recoge que “Los tres grupos municipales que forman la corporación municipal de Santiago apostaron ayer por unanimidad, en sesión plenaria extraordinaria, una declaración institucional en defensa de la Cidade da Cultura que se construye en el Monte Gaias con un presupuesto que supera los 370 millones de euros”. Aunque la noticia menciona claramente las exorbitantes cantidades de dinero destinadas a la obra, no deja de resultar extraño que se diga “Por último, la corporación agradece la defensa que hacen los municipios vecinos y las asociaciones o las corporaciones que representan intereses económicos y ciudadanos” y que no se haga ninguna mención a la plataforma ciudadana “Cultura sí, Mausoleo non”, que había sido creada el mes pasado y que se oponía firmemente a la Cidade. En fin. También es de 2007 la noticia en la que se explicaba cómo Ignacio López-Chaves denunciaba a la Consellería por “ocultar documentación”. Así, señaló que “sólo se están realizando las únicas obras” que no fueron paralizadas.

En fin, la conclusión que se puede extraer de un rápido vistazo a la hemeroteca virtual del ABC en cuanto a la Cidade da Cultura es que es un tema que mayormente no ha sido abordado desde un punto de vista detallado y que ha evitado sobre todo la controversia nacida en torno al mismo. En este último aspecto parece notarse una mayor cantidad de noticias en torno a los años 2006 y 2007, cuando estaba el bipartito en el poder, si bien es cierto que en La Voz de Galicia éstos fueron también años muy prolíficos en cuanto a noticias sobre debate y hostilidad alrededor del proyecto del Gaiás.

El Mundo en principio ofrece el mismo panorama que el ABC. Björk, el Códice Calixtino, Springsteen, las guías Michelin, algunas menciones de pasada, contenido cultural, espectáculos, reuniones para decidir tal o cual cosa, posible cambio del nombre de A Cidade… Es sorprendente de decir, pero la información que puede proveer este diario sobre lo que a mí me interesa es menor incluso que en el ABC. Prácticamente todas las noticias relacionadas con A Cidade da Cultura son de 2011 y 2012, antes de esas fechas prácticamente no existen, y el complejo del Gaiás prácticamente nunca aparece en un titular como tema principal (en cuanto al tema que yo estudio), siendo prácticamente siempre mencionado de pasada en alguna otra noticia. En una noticia del 13 de marzo de 2012 se habla de A Cidade da Cultura en el contexto del debate sobre el estado económico de la autonomía. Nada nuevo, el BNG denunciaba que la Xunta gastaría 200 millones de euros en un “desastre” creado por el gobierno de Fraga, y Feijóo respondía “Será lo que sea pero ustedes bien que no hicieron nada para paralizarlo en el bipartito”. “Pues le proponemos ahora que paralice definitivamente la construcción de los dos edificios pendientes”, le retó Ana Pontón sin que obtuviera respuesta del presidente. Cada cual con más desfachatez. En una entrevista ese mismo año a Jesús Vázquez, conselleiro de Educación, Ordenación Universitaria e Cultura, éste echaba al bipartito todas las culpas del desastre del Gaiás, aunque “no quiere que se le malinterprete”. Un encabezado del 28 de octubre de 2011 rezaba “Cultura cifra el ahorro por la paralización del Gaiás en 72 millones”.

En fin, quizás la noticia más jugosa que he visto en El Mundo sea una del 25 de octubre de 2011, que decía lo siguiente: “La Cidade da Cultura (CdC) se ha convertido en una patata caliente para el actual Ejecutivo gallego. A pesar de que fue un gobierno popular liderado por Manuel Fraga el que licitó las obras de lo que, en 2005, se calificó como uno de los mayores proyectos culturales de España, le ha correspondido a otro, esta vez dirigido por Alberto Núñez Feijóo, ponerle el freno a unas instalaciones que ya han consumido más de 300 millones de euros y de los que aún quedan por ejecutar más de 170. (…)Unos argumentos que no convencen a socialistas y nacionalistas que denunciaron que los populares hayan decidido, ahora, paralizar un proyecto que era el buque insignia del último gobierno de Fraga. "Ahora tendrán que informar de lo que le va a costar a los gallegos la paralización de las obras", destacó la socialista Concepción Burgo. PSdeG y BNG acusaron al PP de no disponer de un proyecto cultural "claro" para la CdC. "No captan visitantes, ni turistas, ni hay nada interesante", se quejó Burgo. "Lo que han hecho es dilapidar el dinero de la cultura en perjuicio de nuestros artistas y autores culturales", criticó la nacionalista Ana Belén Pontón, que denunció el retraso en el pago de las ayudas y subvenciones al sector cultural gallego. Unas críticas que encendieron al diptuado del PP, Agustín Baamonde, que acusó al bipartito de haber alimentado el "monstruo", y le recordó a los grupos de la oposición que durante esos cuatro años destinaron el 75% del presupuesto de Cultura en esos edificios. Además, les acusó de continuar con las obras y les reprochó que no las paralizaran entonces. Unas insinuaciones que provocaron la inmediata reacción de socialistas y nacionalistas que lo acusaron de mentir y de calumniar”. Como niños en un patio de colegio, con la gravedad de que estos “niños” son los que llevan las riendas del pasado, el presente y el futuro de Galicia. Miedo da pensarlo.

En El País las cosas ya cambian de tono. La primera noticia que aparece en el buscador, en toda su gloria, está encabezada por el titular “El Parlamento enviará a la Fiscalía sus conclusiones sobre la Cidade da Cultura” (EP, 11 de diciembre de 2007). Es interesante señalar que el lector no puede dejar de notar que la comisión que durante meses había investigado la gestión del Gaiás no era demasiado imparcial, y así se encarga de dejarlo notar el diario, ya que “Unos argumentos diametralmente opuestos que hacen prácticamente imposible alcanzar un acuerdo y que obligarán al Parlamento a aprobar un dictamen por mayoría que, previsiblemente, será el que ya han negociado el PSdeG y el BNG”. No es difícil imaginarse cómo sería el informe. Era un ataque demoledor contra la administración de A Cidade por parte del gobierno de Fraga. El documento señalaba, entre otras cosas, deficiencias de contratos y adjudicaciones relacionadas y la existencia de vínculos establecidos por la fundación con empresas en cuyos órganos directivos figuraban ex altos cargos de la Xunta. El PP se defendió con sus propios documentos e informes, y no veía nada malo en su gestión, y sí en la de sus sucesores, aunque, paradójicamente, el dictamen que habían redactado no proponía remitir las conclusiones a la Fiscalía, a pesar de que hacía acusaciones contra la Xunta del bipartito mucho más graves que las que PS de G y BNG dirigían al gobierno anterior.

Muchas más noticias de las que son útiles para este trabajo jalonan la hemeroteca de El País. Una noticia del 17 de noviembre de 2007 cifraba en 475,9 millones el gasto final de la obra, aunque el encabezado fuese una exageración creada para llamar la atención, ya que afirmaba que el coste sería de “casi 500 millones”. Hay que tener en cuenta que 25 millones no son ninguna tontería. Los cambios de opinión también son fácilmente visibles. Un titular del 21 de noviembre explicaba que “Touriño propone "pasar página" y cerrar filas en apoyo a la Cidade da Cultura”. Anxo Quintana defendía a Ánxela Bugallo de las críticas de la UPG a la Cidade: “el modelo de gestión de la Cidade da Cultura, que pivota sobre capital privado, ejecuta el proyecto cultural que la conselleira de Cultura, en nombre del Gobierno y por tanto también en nombre del BNG”. Según el portavoz del Bloque, “lo auténticamente importante es el proyecto cultural y por esa razón todos los instrumentos que se pongan a su servicio estarán bien en la medida en que se ejecute” (EP, 8 de noviembre de 2008). Más información ya vista: el 1 de febrero de 2006 el diario recogía la paralización de las obras hasta 2007. Sánchez Bugallo admitía que el coste de A Cidade da Cultura era inviable (7 de noviembre de 2007).

Las entrevistas de este periódico desde luego no tienen precio, porque las perlas que dejan caer los personajes políticos de esta comunidad autónoma son de aúpa. Leamos a Feijóo (EP, 1 de octubre de 2007). En respuesta a la pregunta de por qué se había triplicado el coste, responde “No se ha triplicado. En el concurso de ideas inicial estaban 20 de los 50 mejores arquitectos del mundo y ganó Peter Eisenman. Cuando se falla, los ponentes del concurso dicen que se le adjudica a Eisenman con un solo voto en contra, y añaden que el coste iba a ser superior al previsto. Pero no se triplica, se pasa de 132 millones de euros a 284,7 millones. (…) Se duplica porque el arquitecto es un gran genio, pero un teórico. En las mediciones de los edificios que eran curvos vimos que había un 60% más de superficie”. Cuando el entrevistador, lógicamente, pregunta que por qué no habían sido controlados esos errores, contesta: “La Administración no puede controlar eso cuando hablamos de una obra de autor. La Xunta sabía que iba a costar un poco más, de hecho la empresa a la que luego se le encarga la dirección de la obra a finales de los 90 ya nos dice que la obra se va a ir a 160 millones. Luego acabó en 284. ¿Cómo va a controlar la Administración la construcción de un edificio singular?” La respuesta entera es digna de mención,  al igual que la entrevista, pero es extensa. Me quedaré solamente con otra cita: “Creo sinceramente que la Cidade da Cultura se amortizaría en 10 años. De cada dólar invertido en el Guggenheim se han recuperado seis”. La entrevista a Ánxela Bugallo del 15 de enero tampoco tiene desperdicio por ninguna parte, pero voy a señalar solamente el encabezado, bastante significativo: “La Cidade da Cultura no le va a quitar dinero a nada”. La conselleira decía que “no es una cantidad tan grande como para que esto implique la precariedad de otros sectores”.

Vimos anteriormente que los intelectuales por lo general parecían estar en contra de A Cidade da Cultura, una visión aportada por la Voz de Galicia. El País nos demuestra que también existe la otra cara de la moneda, o mejor dicho, la otra cara de la moneda a medias. Al recoger las opiniones de arquitectos, artistas y académicos se puede ver en casi todos que el proyecto de Eisenman era una locura, un disparate, un despilfarro, etc., pero curiosamente, “ahora que ya está empezado hay que terminarlo”, y hacerlo bien, dotarlo de un buen contenido, bla, bla, bla. Sospechosamente en la línea del gobierno de izquierdas que en aquel momento dirigía la Xunta (EP, 28 de diciembre de 2006). Para acabar con el apartado de entrevistas, otra muy recomendable es la realizada al propio arquitecto estadounidense artífice del proyecto, Peter Eisenman (EP, 11 de septiembre de 2010), en la cual se pueden observar un par de detalles interesantes sobre su forma de pensar y nos regala, además, este desalentador comentario que refleja muy bien la ambición desmesurada de Fraga: “Nosotros decíamos que sería demasiado caro. Él [Fraga] respondía: ése no es su problema. Decíamos que en la biblioteca cabían 250.000 libros y pedían un millón. Eso hemos hecho”.

Me gustaría cerrar con una noticia del 12 de noviembre de 2011, de El País, una crónica que resume a la perfección lo absurdo y desastroso del proyecto de A Cidade da Cultura. Una noticia demasiado extensa como para referirla por entero, pero de la que podemos extraer valiosísimas citas: “costaría 108 millones de euros, menos que los 126,5 del Guggenheim, el proyecto estaría terminado en tres años y ocuparía una extensión de 60.000 metros cuadrados. Hoy ya van invertidos más de 400 millones de euros (…) Para hacerse una idea de las dimensiones baste decir que solo en el mantenimiento de los edificios se gastarán 4,5 millones de euros al año. Wilfred Wang, el único arquitecto del jurado que votó en contra del proyecto calcula que si algún día se terminaran los dos bloques restantes el coste ascendería a 600 millones. (…) "La maqueta era una maravilla", reconoce el arquitecto local Pedro de Llano, gran detractor del proyecto. "Pero funcionaba solo como escultura, a esa escala. En cuanto estudié los planos y el programa de construcción me di cuenta de que aquello no tenía sentido. La biblioteca se construyó en principio solo para libros editados en Galicia o que trataran sobre Galicia, cuando aquí apenas se editó nada hasta que no empezaron a llegar las subvenciones. ¿A quién se le ocurre construir una biblioteca más grande que la Biblioteca Nacional de Berlín? Si en Alemania, que vienen editando libros desde Gutenberg, no vieron la necesidad de hacerla más grande, ¿por qué nosotros sí? Y lo mismo pasó con la hemeroteca. En el siglo XXI una hemeroteca es un pequeño estudio con ordenadores donde están los archivos digitalizados de los periódicos. Y además, se diseñó un Palacio de la Ópera con tres ascensores en el escenario, con capacidad para montar tres óperas en un mismo día, como si fuera el Lincoln Center. En Nueva York puedes mantener una temporada de ópera durante todo el año. Pero en el resto de Europa, en Milán y Venecia, por ejemplo, no se puede. Y nosotros aquí, con poco más de 90.000 habitantes, podíamos permitirnos un teatro así. Contaban con que iban a venir la gente de A Coruña y de otras ciudades gallegas. Pero es que en Galicia la gente no suele desplazarse de una ciudad a otra para ver un concierto. Y aunque lo hicieran, ¿cómo se puede mantener el presupuesto para llenar de contenido esos edificios? Se comerán todo el dinero de la Consejería de Cultura. Peter Eisenman nunca se propuso crear una obra destinada a servir como contenedor de unas actividades precisas. Lo suyo ha sido un claro ejemplo de la arquitectura entendida como un espectáculo en sí misma, tan extendida hoy en día. Y ahora están haciendo allí actividades absurdas, a base de conferencias para 60 personas y conciertos para 200; todo eso para hacer ver que allí existe una vida que en realidad no existe".”

La noticia acaba precisamente con una triste intervención de este hombre, el arquitecto Pedro de Llano, que decía lo siguiente: “Quedé marginado de los encargos de las obras públicas. Algunos de los que ahora critican la Cidade procuraban mantenerse alejados de mí, para que no les relacionasen conmigo. Los arquitectos se callaron, no quisieron saber nada del tema. Y los medios... El poder económico que tiene el Gobierno gallego aquí sobre los medios es tan grande que nunca hubo una investigación rigurosa para demostrar el disparate del proyecto. Y a nadie se le ocurría pensar cómo íbamos a llenar esos edificios y con qué presupuestos. Eso me hizo pensar que esta sociedad nuestra está llena de gente teóricamente muy comprometida que cuando tienen que callar, callan. Pero lo peor vino cuando llegó el bipartito. Hasta entonces yo le había facilitado a Pérez Touriño muchos informes técnicos para sus intervenciones parlamentarias contra la Cidade da Cultura. Éramos amigos, él me invitaba a cenar a su casa y a veces venía a la mía. Pero en cuanto ocupó la presidencia, yo publiqué un artículo pidiendo que, de momento, parasen la obra y tras hacer una auditoría rigurosa se decidiera qué hacer con el proyecto. A partir de ese momento, prácticamente me dejó de hablar. Dijo en una conferencia de prensa que pasaría por encima de quien se opusiera a la Cidade. Y ahora, nos vemos por la calle y adiós, adiós. ¿Cómo es posible que dos partidos que criticaron al PP durísimamente por la Cidade da Cultura asuman como propio el proyecto al llegar al poder y se enfrenten a quien lo critique? Al final, la obra solo la ha parado la crisis. Y el mérito por pararla se lo va a llevar el PP, que fue el que la inició”.

La conclusión que podemos extraer del análisis de estos cuatro periódicos es que, a fin de cuentas, todos barren para casa. Todos están marcados por la ideología política de aquéllos que los dirigen y escriben en ellos y que les lleva a dar importancia a según qué temas y a tratar estos temas según en qué detalle. Al final, más o menos, todos acaban por informar acerca de una serie de acontecimientos más o menos importantes de este país y que son objeto de atención y de comentario en la opinión pública, al menos en Galicia, y que han sido también propuestos a ser una “cuestión de estado” en algunas ocasiones, con sus apoyos y su oposición (la excepción hecha, como ya mencioné, es La Razón). La forma de informar parece ser siempre bastante objetiva, pero observando con atención está claro que los periódicos de derechas, o son mucho más sucintos, o se centran más en dar información negativa de cuando el bipartito estaba en el poder, y los de izquierdas, además de tratar el tema de forma mucho más amplia y en mayor profundidad (claro que se debe a que todo este circo fue iniciado por el PP, con lo cual la responsabilidad última siempre será suya),  se centran sobre todo en subrayar las denuncias que el bipartito hizo del gobierno de Fraga y en general, las barbaridades de los populares. El diario que me ha parecido más centrado y objetivo ha sido, casualmente, La Voz de Galicia, el cual siempre me había dado la impresión de ser pro-izquierdas, aunque algunas fuentes opinan que es un periódico más bien neutral.

¿A qué nos lleva todo esto? ¿Qué es lo que sacamos en claro de una lectura a fondo en la prensa sobre A Cidade de Cultura de Galicia?

Recapitulando: Manuel Fraga Iribarne convocó un concurso internacional de arquitectura para escoger a un profesional que llevase a cabo un ambicioso proyecto arquitectónico que él tenía en mente. Este hombre, que había sido ministro de turismo y que tenía experiencia en inventarse todo tipo de artimañas, recursos y reclamos para publicitar, primero España y luego Galicia, para fomentar la afluencia de visitantes, quiso vender la idea de su sueño de jubilación como una macroempresa cultural que iba a poner a Galicia en la vanguardia del tercer milenio, insertarla en la cabecera de la cultura internacional, competir con los grandes titanes del mundillo como el MoMA y un montón de cosas bonitas más. Iba a ser una inversión, una obra que traería un enorme beneficio para Galicia, tanto a nivel económico como intelectual, un complejo que generaría dinero y contribuiría a ensalzar la cultura gallega, a conservarla y engrandecerla, y a hacerla universal, exponerla a España y el mundo, iba a fomentar el intercambio de culturas, de formas de pensar, iba a ser un crisol, como se suele decir. Iba a ser la bomba. Un hermosísimo sueño, sin duda, un delirio tan bello que podía convencer al más desconfiado de que era algo más palpable que un espejismo. Pero a la larga no pudo continuar engañando a todo el mundo, no pudo seguir camuflando lo que realmente era: la ambición de un megalómano. Una colosal, enorme y desproporcionada obra póstuma (políticamente hablando, y en la actualidad, también físicamente) pensada para dejar huella en la memoria tras la despedida, un gigantesco mausoleo a la memoria de Fraga, a imagen de las grandes obras públicas de los emperadores romanos, las tumbas de los faraones o los grandiosos palacios de los reyes de la Europa Moderna. Como el Valle de los Caídos de Franco. Una obra que tenía la vocación de despertar la admiración y el respeto al ser contemplada, y transmitir estos sentimientos a la figura de su promotor. Un “culo veo, culo quiero” de primaria, suscitado por la envidia de haber visto recientemente la erección del museo Guggenheim en Bilbao.

Empezó con engaño, y con engaño iba a seguir. Los presupuestos bailaron el baile de San Vito mientras las obras comenzaban un retraso permanente y las protestas y las quejas comenzaban a bombardear el búnker de la Xunta, que hacía caso omiso mientras continuaba defendiendo lo guay de su proyecto. La obra fue adjudicada al arquitecto Peter Eisenman, del cual solamente se decían bendiciones y cosas buenas, era calificado como uno de los referentes de la arquitectura internacional, un auténtico genio, cuando la realidad es que había levantado polémicas aquí y allá a causa de la deficiencia de sus trabajos y los procesos de construcción de su diseño solamente empezaron a acelerarse un poquito a partir de cuando la dirección de los mismos fue adjudicada a un equipo al margen de su persona. El dinero invertido cada vez era mayor, y cada vez era mayor también el presupuesto previsto, aunque las cifras que se manejaban no paraban de cambiar y cambiar de forma harto contradictoria. El recochineo máximo llegó cuando con el cambio de gobierno esta insensatez absurda no sólo no se detuvo, sino que se paralizó temporalmente y se redefinió para maquillarlo como un nuevo proyecto que en realidad no significaba absolutamente nada. El PS de G y el BNG criticaron la administración anterior y se colgaron la medalla de salvadores mientras las críticas contra la monumental estupidez del Gaiás se convertían ahora en un confuso fuego cruzado en el que participaban de un lado y del otro y a todos les llovía metralla. La opinión pública veía, impotente, cómo los trabajos avanzaban a pesar de todo, mientras los vecinos sufrían las consecuencias desastrosas de unos trabajos penosamente planificados y todavía mucho peor gestionados. Se elaboraron comisiones de investigación para investigar presuntas irregularidades y fraudes en la administración de A Cidade, y se encontraron, o eso dijo el bipartito, pero por parte del gobierno anterior, en tanto que los populares les devolvían la pelota acusándoles de mantener aquél sueño de la Razón, que según Goya, produce monstruos, solamente por interés propio (y seguramente estuviesen en lo cierto, porque si no, quitando el ridículo argumento de “es que ya estaba empezada), ¿por qué se seguía adelante con la construcción del conjunto de edificios del Gaiás?).

Intelectuales que habían atacado este disparate de pronto pasaron a tolerarlo. Muchos políticos que antes pedían su detención ahora pasaban a defenderlo. Dentro del bipartito tampoco parecía haber un acuerdo claro en lo personal, aunque la línea oficial seguía siendo la de tirar para adelante, y de perdidos al río. Después llegó la crisis, y el cambio de gobierno otra vez, y todo continuaba igual, con la excepción de que ya no se podía gastar tanto, y de pronto ya no había dinero para despilfarrar (¿desgracia o fortuna?). Y tras doce años de trabajo, en los que se han completado cuatro edificios de los seis previstos, tras la inaguantable sangría de las arcas del dinero público, los continuos fiascos de la obra, las correcciones por errores de diseño, un agujero negro de 375 millones de euros (que al principio iban a ser 108) que deberían haber sido invertidos en otras necesidades de Galicia, mucho más prioritarias, después de hablar de animaladas como la posibilidad de poner un metro, después de todas las redefiniciones e indefiniciones sobre un proyecto totalmente ilógico, plagado de sinsentidos como una descomunal biblioteca que no tiene con qué ser llenada o una igualmente monstruosa ópera que no tiene posibilidad de audiencia, después de las cafradas de la gestión, las comisiones de investigación, los informes, todos los intentos por parte de los gallegos de parar este despropósito… Tras todo esto, ¿qué es lo que tenemos? Las obras están paralizadas indefinidamente, y aunque se mencionó que así podría quedarse A Cidade da Cultura, no es oficial que se vaya a hacer, el complejo apenas tiene visitantes, está en una región remota con muy escasos accesos, ocupa una cantidad de terreno descomunal pero no tiene un aparcamiento acorde con sus proporciones, no hay iniciativas para sacarle un mayor rendimiento, y aunque las críticas de los hipócritas que pudieron haberla detenido y no lo hicieron continúan, el conjunto arquitectónico del Gaiás sigue siendo defendido a muerte por aquéllos que lo impulsaron y lo han parado, como fue tan defendido tan ciegamente por descerebrados como Sánchez Bugallo, aun a sabiendas de la tremenda catástrofe que estaban sosteniendo y que se les hacía pedazos entre las manos.

Y lo más triste de todo es que esta situación no tiene visos de cambiar. Porque es así como nos va, y es así como nos ha ido siempre, en esta Galicia en la que todo, o llega tarde, mal y a rastras, o lo hacemos nosotros mismos tarde, mal, y a rastras. Pero no porque a los gallegos nos falte voluntad o no sepamos hacer las cosas bien, sino porque, inexplicablemente, nuestros políticos no sólo son un hatajo de corruptos de sueldo hinchado que se manejan por el amiguismo, sino que además son unos inútiles perfectos. Creo sinceramente que, mal que les pese a los más acérrimos nacionalistas, eso es un claro e innegable ejemplo de que somos tan españoles como gallegos. Porque posiblemente no haya en toda Europa un país en que los políticos compongan tan irrefutable ejemplo de la nulidad, la estupidez y la corrupción humana como en España. Por eso es que no importa qué gobierno llegue o deje de llegar, tanto da que esté el PP, como el PSOE, como el BNG, tanto daría que ganasen los de UPyD o que la Izquierda Hundida se reflotase. Porque visto lo visto, parece claro que nunca nos vamos a librar de ese grotesco ente fantasmal que es A Cidade da Cultura de Galicia. Es lamentable de decir, pero lo más posible es que, o bien se quede tal como está, o bien se siga invirtiendo en el aberrante complejo hasta que sea terminado una vez superada la crisis (si se supera). Para que un político pueda sonreír como un memo en la foto y sobre su cabeza de corrupto sinvergüenza un titular rece con letras negras y bien grandes “El sueño de Manuel Fraga se ve finalmente cumplido. Su tumba se ha terminado”.

4 comentarios:

maruxaina89 dijo...

Ha costado, lo reconozco, pero me lo he leído enterito. Supongo que porque el tema me atrae, por avergonzarme un poco más, si cabe, de las cosas que pasan en esta querida tierra mía... no sé, el caso es que creo que has hecho un gran trabajo, ¡¡¡y lo tuyo te ha debido costar!!!

Hacer comentarios a cada una de las barbaridades sería imposible, y más largo incluso que la propia entrada, pero te diré que a mí al menos me ha servido para conocer muchas más cosas de las que sabía.

En resumen...da igual quién esté, da igual cómo se presente... el caso es que da realmente pánico ver cómo esta gente mueve el dinero a su antojo como si fuesen garbanzos, como si en vez de miles de millones hablasen de céntimos.

En un momento dices que debes estar loco, por imaginarte que las noticias aparecidas en "La Razón", su ideología derechista y Fraga deben estar relacionadas...Sí Fénix, estás como una cabra, sino, no habrías escrito todo esto porque, como también dijiste antes, es más fácil tragarse lo que nos cuentan que pararse a pensar.

Enhorabuena, a mí me has hecho pensar....y además un buen rato.

Fénix dijo...

Guau, no sabía que también pasaras por aquí. Muy honrado. Muchas gracias por leer y comentar =3

Anónimo dijo...
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Fénix dijo...

¡Vaya, muchas gracias!