jueves, 19 de mayo de 2016

¿Tempus irreparabile fugit?

Lo primero que quiero decir es aclarar una cosa, y es que a lo largo de la exposición de mi teoría la palabra “existir” será utilizada con una connotación física. Es decir, lo que existe es lo que tiene entidad corpórea, aunque sea a nivel atómico. Decimos que los seres humanos estamos dotados de raciocinio, esto es, la capacidad de razonar, de elaborar pensamientos y estructuras mentales increíblemente complejas. El raciocinio nos permite elaborar conceptos, abstracciones, ideas, todo ello entidades que no tienen cuerpo, que no existen sino en nuestra cabeza. Podemos hablar de “amistad”, “justicia” o “paz”, pero en realidad son conceptos abstractos cuya única manifestación real se da en forma de pequeños impulsos eléctricos que envían información en nuestro cerebro.

Dicho esto, paso a explicar mi idea: el tiempo no existe.

Esto se me ocurrió reflexionando acerca de un elemento muy común del mundo del ocio, tanto de la fantasía como de la ciencia ficción, que es el viaje en el tiempo. Por lo general, las historias que incluyen algún tipo de travesía en el tiempo acaban provocando mi ira y mi frustración porque contienen elementos que, si bien son resolubles dentro del maravilloso campo de la imaginación humana con la excusa de que es ficción, si los analizamos desde el punto de vista del sentido común e intentando aplicar la lógica del mundo real tal y como lo conocemos, surgen una serie de contradicciones irresolubles que hacen que todas las historias de este tipo, sencillamente, no se sostengan. No voy a entrar en detalles porque sería muy largo de contar, pero me refiero a cosas del tipo “viajo atrás en el tiempo y mato a un antepasado mío, con lo cual yo desaparezco, pero espera, porque si yo nunca llego a existir entonces el viaje en el tiempo no se ha producido, con lo cual mi antepasado no murió y yo en realidad sí que llegué a nacer”. Con todas las variantes que se quieran inventar, este tipo de incoherencias son las que me llevaron a comerme la cabeza sobre por qué demonios nunca existen argumentos sostenibles respecto a este tema sin tener que justificarlos con el factor “magia”, “ficción”, etc. Pues muy sencillo: este tipo de historias no tienen coherencia porque se está jugando con una variable que sencillamente no existe en la realidad física, y con la que por lo tanto no se puede interactuar físicamente.

Pero a ver, ¿qué es exactamente el tiempo? ¿A qué le llamamos “tiempo”? No busquéis en los diccionarios, eso no ayuda. El tiempo es un concepto que nosotros utilizamos para explicar los cambios que se producen en el espacio. De hecho, se suele hablar de espacio-tiempo porque están indisolublemente unidos y no se puede hablar del uno sin el otro, pero de esa pareja indisociable sólo una de las partes es verdadera, porque existe físicamente. La otra en realidad la ponemos nosotros. El tiempo es una herramienta mental que nosotros utilizamos para poder expresar y entender conceptos, exactamente igual que las matemáticas. Pensadlo. ¿Los números existen? No. Pongamos que tú tienes cinco manzanas. Lo que tú tienes son manzanas, ese “cinco” no existe, es un complemento mental, una idea que tú pones para poder precisar la información que tú estás manejando con tu cerebro, de la misma forma que le ponemos tiempo al espacio. Si empujamos una piedra del suelo con el pie, la piedra se mueve, y termina en una nueva posición. Cuando envejecemos es porque nos deterioramos. La materia de la que estamos hechos se transforma, se corrompe. En definitiva: cambia. El cambio es lo que nos hace necesitar un concepto, una idea, que nos permita entenderlo y referirnos a él cuando pensamos y cuando hablamos. El problema es que el tiempo se estructura en tres categorías: pasado, presente y futuro, y esas categorías mentales son las culpables de que se produzca la ficción de que el tiempo exista. Hemos empujado una piedra con el pie. Pasado: la piedra estaba en una posición. Presente: la piedra está en otra posición. Futuro: esa piedra probablemente acabará en una posición nueva. Pero todo eso está en tu mente, y en ningún otro sitio. La realidad es que la piedra está en la posición que estás viendo ahora mismo. Tú sabes que antes estaba en otra posición, pero esa anterior posición de la piedra no es una realidad física, esa información sólo existe en tu mente, en forma de una serie de reacciones químicas que componen la memoria. La memoria es lo que registra el cambio, de ahí que sea también responsable de la noción de “tiempo”. Pero el pasado y el futuro no existen en ningún lugar aparte de tu cabeza. Como mucho, podrías decir que lo que existe es un “eterno presente”.

Si le seguimos dando vueltas a los conceptos de “pasado”, “presente” y “futuro” nos daremos cuenta de la inconsistencia de la idea de “tiempo”. Las ideas de “pasado” y de “futuro” se definen a partir del presente: el pasado es lo que había antes del presente y el futuro es lo que vendrá después del mismo. Parece bastante claro, ¿no? Ah, pero, ¿a qué llamamos “presente”? ¿A este año? ¿A esta semana? ¿A este día? ¿A este segundo? ¿A esta décima de segundo? ¿Os acordáis de que hace un momento os dije que el tiempo es una herramienta como la matemática? La elección de mi ejemplo no era casualidad. El tiempo se expresa de modo numérico. El tiempo ES matemática. En cierta película hay un diálogo en el que una chica dice “Los relojes miden el tiempo” y otro personaje le contesta “El referente de un reloj es otro reloj. Se miden a sí mismos”. Efectivamente, los relojes son simplemente máquinas que marcan números. Y los números tienen la divertida cualidad de que se pueden dividir hasta el infinito. Así que, ¿cuánto dura el presente? ¿Un segundo? El segundo se puede dividir en décimas, en centésimas, en milésimas, en diezmilésimas, en cienmilésimas, en millonésimas, en diezmillonésimas… sigue hasta que te aburras, siempre podrás poner números. Lo que quiero recalcar es que el concepto de “presente” es tan sumamente difuso que no tiene sentido. En realidad, no lo puedes medir.

Pero volvamos al tema: la memoria y las categorías del tiempo son las responsables de que se produzca la sensación ilusoria de que el tiempo es algo real. Los humanos nos referimos a conceptos abstractos como los que he mencionado antes como realidades: al crear una palabra para denominar una noción estamos creando de manera ficticia una realidad y la llenamos de contenido, y en nuestra cabeza todo ese contenido llega a ser tan “real” que inconscientemente llegamos a asociarlo a una realidad palpable. Pero esa realidad sólo existe en nuestra mente, es un constructo psicológico necesario para poder razonar y expresarnos. Con el “pasado”, el “presente” y el “futuro” sucede lo mismo: estamos tan acostumbrados a hablar de ellos que casi parecen realidades, pero no lo son. No existe ningún lugar donde estén físicamente congelados, donde estén “almacenados”, por así decirlo, todos los segundos (¿o décimas de segundo? ¿O centésimas de segundo?) de nuestra vida y del planeta y el universo entero transcurridos y por transcurrir. No podemos abrir una puerta o una ventana y encontrarnos a nosotros mismos hace dos segundos, empujando con el pie esa piedra. El pasado no tiene entidad física, por lo tanto, no existe. El futuro no tiene entidad física, y por lo tanto… ¡no existe! Sólo son palabras. Sólo son ideas. Sólo está en nuestra cabeza. El tiempo no se puede ver, no se puede tocar, no se puede medir. Lo que existe, lo que se puede percibir, medir y comprobar, son los fenómenos físicos, y nuestro cerebro recurre a herramientas psicológicas para poder organizar su entendimiento de esos fenómenos que conforman el mundo que nos rodea, pero esas herramientas en sí mismas no son algo real y que exista físicamente.

Y por lo tanto, en conclusión, el tiempo no existe.

No hay comentarios: